Por Patricia Rodríguez
Xalapa, Ver.-En París, la ciudad luz, una catrina se apodera del escenario para seducir y luego reprender a una sociedad que discrimina, que hace diferencias por la nacionalidad y el origen de las personas. El número es parte del cabaret burlesque, un género olvidado en México, pero con gran penetración en Europa.
La veracruzana Teresa Rugo se empodera en Francia al interpretar a la tradicional Catrina, un personaje del México revolucionario creado por José Guadalupe Posada y bautizado así por el muralista Diego Rivera. Y con un lenguaje corporal “mata” al presidente estadounidense.
“Cuando presento ese número, me lleno de vida y cuando lo hago me empodera de una manera grande, de decir: soy mexicana y no es justo lo que nos hacen… También es un lenguaje en general. No solo nosotros sufrimos de racismo”, expresa.
Originaria de Nanchital, municipio del sur de Veracruz, desafió su destino: se negó a seguir la tradición familiar que dictaba que debía dedicarse a la actividad petrolera. Después se arriesgó a dejar su estado para seguir su preparación actoral en Francia, aunque no dominaba el idioma que ahí hablan.
Aunque se trata de una ciudad multicultural, con un gran número de migrantes, Teresa pudo percibir “cierto racismo” o “elitismo”. Por eso, creó el personaje mexicano de la Catrina, figura que nació en 1910 como “un reproche a la sociedad alta, a la burocracia” y siempre “reprende a las personas que se portan mal”.
“La catrina tiene poder, autoridad. De ahí surgió mi idea de decir: es la catrina que va a reprender a Donald Trump por todo ese rechazo que siente por los latinos y otras culturas, nacionalidades”, explica.
En París, la catrina que reprende y seduce en escena a Donald Trump ha sido muy bien aceptada. En parte se debe al misticismo que envuelve al personaje, la visión de los mexicanos de la muerte, pero sobre todo por el contenido del performance, un tema sensible de migración y discriminación.
Teresa presentó por primera vez su imagen de la poderosa calavera en Dinamarca y después la llevó a Francia. Necesitaba exponer la cultura de Veracruz y México en el extranjero, algo que le diera identidad.
“Casi siempre que la represento hay una respuesta del público que me llena y me dice que soy mexicana y es lo que quiero”.
La alumna de la reconocida actriz Guadalupe Bocanegra se encontró con el cabaret burlesque cuando pasaba por un momento difícil en su vida, de baja autoestima. Ya se dedicaba al teatro, hacia presentaciones con títeres en Xalapa, la capital veracruzana.
En México, el primer número que hizo en el género burlesque, ese que cuestiona y reta al público en su contexto social, lo tituló “Una vida feliz”. Trata de una historia que conocen todas las mujeres: su primer amor y traición. Tras la depresión, el personaje resurge y se empodera para continuar en la búsqueda de su felicidad.
“Fue difícil porque fue el primer número. No me quedaba completamente desnuda sino en un babydoll porque consideré que había que ser prudente en mi sociedad”, comenta.
De complexión media, tez morena, larga cabellera rizada, piernas bien torneadas, se reinventa con vistosos trajes, piedras, lentejuelas, plumas y transparencias que –asegura- sacan a relucir lo mejor de su cuerpo.
Con cuatro años como exponente del cabaret burlesque, confiesa que nunca pensó en “desnudarse” en el escenario. Cuando estudió en la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana, evadió en todo momento quitarse la ropa en la actuación.
“Los maestros te quieren enseñar que el desnudo es parte de ser actor o actriz, siempre me rehusé. No es malo, pero jamás me desnudé”, confiesa.
Aunque en los escenarios no llega al desnudo completo, la actriz veracruzana derrocha erotismo y sensualidad en cada uno de sus performance. Se siente segura y cómoda porque ama su cuerpo “como sea”, asegura.
“Es algo difícil de explicar, cuando estoy en el escenario no es Teresa la que se desnuda”.
También da talleres de Cabaret Burlesque a mujeres que, sin dedicarse a la actuación, buscan acercarse al arte de la seducción para deshacerse de complejos y aumentar su confianza.
“Es algo natural, es una forma de poder. No importa tu edad ni tu complexión para aceptar tu cuerpo y sentirte bien”.
La Catrina, la mort mexicaine, regresó a París para deambular por las calles aledañas al río Serna y exponer la cultura veracruzana a través del arte de la seducción fusionado con el reclamo social.