Herencia prehispánica canina desde Veracruz

Por Patricia Rodríguez

En un mismo espacio, un pequeño patio de una vivienda antigua del puerto de Veracruz, cinco xoloitzcuintle se corretean: tres de ellos tienen orejas puntiagudas, un costillar amplio, color chocolatoso y un pequeño “mohicano” blanco. Los otros dos nada tienen en común, uno de ellos es de pelo corto y bicolor, y uno más tiene el pelaje largo y negro.

“El xoloitzcuintle, compañero en la vida y en la muerte”, reza la leyenda popular.  Los Aztecas lo volvieron una deidad por sus poderes “curativos” y el acompañamiento para cruzar el río al más allá.

Una mutación genética en el estado de Colima habría originado el primer perro de esta raza. Es un regalo de México al mundo, pues muchos investigadores afirman que de él emanan todos los demás canes pelones en el mundo.

Su nombre da cuenta de ese hallazgo. En náhuatl, xólotl significa extraño e itzcuintli perro.

“El xoloitzcuintle pelón es un capricho de la naturaleza, porque tenía que haber nacido con pelo, no se formó como debía ser… Gracias a que los indígenas aztecas, lo respetaron y lo dejaron vivir por creer que era un regalo de Dios”, explica Rosario Cabrera Vera, defensora y promotora de esta raza en Veracruz.

El xolo es un testigo fiel de la llegada de los españoles y la colonización, de la historia del mestizaje y el establecimiento de castas. Y ha logrado sobrevivir al paso del tiempo, a pesar de que su gen se debilita con cada generación.

Con más de 2 mil años, persisten las leyendas y sus historias, sobre todo las que se relacionan con la identidad de los aztecas y su cosmovisión del inframundo: “Cuando alguien moría le sacrificaban su xoloitzcuintle para que lo acompañara en el más allá”, dice.

Esa dualidad del perro mexicano también es genética. De manera natural, en las camadas de estos perros nacen cachorros con pelo corto, largo o sin pelo, aclara la activista y fundadora de La Casa del Xoloitzcuintle.

Con 12 años de trabajar en la defensa de la dualidad genética del “perro raro” y cinco años ya como asociación civil, explica que resulta difícil la cruza,  pero también criarlos y su expectativa de vida es menor, poco más de 10 años.

En la camada los xolos sin pelo, esos que se conocen como aztecas o mexicanos y que recientemente trascendieron más por la película Coco, son los más delicados y los que menos sobreviven, detalla.

“Hoy en día se le ha perdido el respeto al perro y es el reflejo de la indiferencia de la sociedad”, lamenta.

Promover y defender la genética dual del xoloitzcuintle es su principal objetivo, pero también busca promover la raza, que se respete, comprenda y valore para que no vuelvan a desaparecer de la sociedad mexicana.

El carácter de este perro como de cualquier otro, dice, es moldeable y debe fortalecerse con socialización. Lo que si es indispensable, añade, es que se le tengan cuidados especiales:  En el invierno se les debe cubrir y en verano tener en lugares frescos e hidratados.

El museo viviente del Xoloitzcuintle

En el puerto de Veracruz, la Casa del Xoloitzcuintl se instauró como un espacio cultural y educativo dedicado a promover la historia del xoloitzcuintle para tratar de conservar la herencia prehispánica canina en el estado. Sus puertas se abrieron en septiembre del año pasado y, ante la falta de apoyos, podrían cerrar de forma definitiva al terminar este mes.

La casa cuenta con un salón del inframundo, una pequeña colección bibliográfica del animal para lectores desde cuatro años, además de souvenirs. Además de una sala de lectura y por supuesto cinco perros de esta raza, tanto pelones como con pelo.

“Nuestro objetivo es promover la cultura de la  verdadera raza canina mexicana xoloitzcuintle (ambos, con pelo y pelones). Educar al público y promocionar estos perros, quienes tienen un rol muy noble como mascotas. Queremos que la gente los conozca, los aprecie y cuide (no los exploten) este gran regalo de México al mundo”.

En el museo viviente se puede jugar y observar cinco perros xoloitzcuintle de los dos tipos. Comparten genes y sus nombres en origen náhuatl.

Xixiltli: Su nombre significa rojo o colorado, tono que tenía la perrita al nacer. Esta a punto de cumplir 8 años y cuenta con un “mohicano” color blanco y gris.

Nopalli o nopalito: Fue rescatado de un taller mecánico, se estima que tenga entre 4 y 5 años.

Zeltzin: es tía de Xixiltli, tiene cerca de 9 años de edad y su nombre en náhuatl significa delicada.

Topiltzin: es un xoloitzcuintle de pelo corto de tres años de edad. Su nombre significa mi pequeña princesa.

Yohualli: Es hermana de Topilcin y aunque es de la misma raza tiene el pelo negro y largo. Su nombre significa  noche u obscuridad.

 

Compartir: