Por Patricia Rodríguez
Naolinco, Ver.-En un “lugar donde se forja la tierra con la mano y el corazón” viven mujeres de barro.
Con paciencia y creatividad transforman la tierra en delicadas figuras femeninas. Bajo el suelo las cocen para darles vida con un poco de color, un tono rojo que evoca su fuerza.
En San Miguel Aguasuelos, una pequeña comunidad de Naolinco, viven ellas, las Alfareras. Dan identidad a su lugar de origen y lo exponen ante el mundo, hasta las regiones más alejadas.
“Se han ido figuras a Japón, ahorita se fueron a Chile, otra se fue a Corea y a España”, presume Leticia Ramírez Martínez, orgullosa de sus creaciones, sobre todo de las “jarochas”, sus preferidas.
Aún recuerda que empezó como a los nueve años a machacar el barro, luego a colarlo, “ya después como de 15 empecé a realizar mis primeras figuras”.
Ni siquiera recuerdan cuándo inició la tradición de la alfarería en San Miguel Aguasuelos, pero saben que sus madres, sus abuelas y bisabuelas trabajan ya con la tierra. Y según estimaciones, se conoce desde 1666 que realizan cántaros para uso práctico.
En sus artesanías se representan a ellas mismas, a sus hijas, a sus hermanas, pero también representan a la muerte (claro en catrinas) y realizan otras figuras del sexo femenino. Hasta en el tradicional Nacimiento sobresale la imagen de una pastorcita y de una reina maga.
“Yo hago muñecas, jarochas, portarretratos, nacimientos”, describe Isabel Hernández con 15 años de dedicarse a la alfarería. Ella aprendió sola, aunque su abuela se dedicaba a esta actividad, nunca pudo verla.
La alfarería es el arte y técnica de fabricar objetos de barro cocido, una de las actividades más antiguas que ha desarrollado el hombre. Además de artículos decorativos es motivo de estudios etnográficos.
Muy cerca, las alfareras tienen un banco de donde extraen el barro, posteriormente lo amasan – eso es lo primero que aprenden desde la niñez-, después cuando rebasan la adolescencia empiezan a realizar sus primeras figuras.
“Siento muy bonito cuando trabajó el barro, cuando estoy haciéndolas. Uno se imagina las cosas y de ahí salen las figuras”, dice Verónica Limones, mientras muestras sus figurillas antes de meterlas al horno.
A escasos 30 minutos de Xalapa, la capital del estado de Veracruz, la comunidad esconde un tesoro humano: las bellezas de barro que las mujeres forjan con el corazón y las manos.