Por Óscar Sánchez
Huamantla, Tlaxcala.-En este rincón de México se rinde tributo al mundo de lidiar toros, una afición en extinción en todo el mundo. El pasado y presente gráfico, artístico e histórico de la tauromaquia se preserva en dos imponentes lugares: una plaza de toros y un museo iconográfico.
En pleno corazón del Pueblo Mágico de Huamantla, la plaza de toros “La Taurina” con sus cuatro mil espacios para espectadores; y el Museo Taurino de Huamantla “Miguel Corona Medina”, albergan carteles de corridas, trajes de luces, muletas, óleos, banderillas, esculturas de bronce, fotografías y objetos personales de toreros.
En una época donde la tauromaquia pasa por momentos difíciles, en esta región tlaxcalteca a los trajes de luces y los olores de la fiesta se les rinde honor, pero también a las diferentes plazas de toros de la república tales como la Monumental Plaza de Toros México, Plaza de Toros de Pachuca, El Relicario de Puebla, Jorge Aguilar el Ranchero de Tlaxcala y la Monumental de Apizaco.
En la localidad de Huamantla, con una antigüedad de mediados del siglo XVI, el museo resguarda y exhibe una colección de arte taurino, entre los que destacan carteles originales de una gran belleza, óleos sobre tela de pintores taurinos, esculturas en bronce donadas por ganaderos, escultores y aficionados.
Por las ocho salas permanentes y una temporal se observan programas sobre seda de las corridas de toros de la región, trajes de luces y fotografías de toreros mexicanos y extranjeros que han enaltecido la fiesta brava.
La biblioteca, hemeroteca y fototeca dan cuenta de las artes de los toreros, de su temple y velocidad en el pase de la capa, de la postura de los hombres que se enfrentan a la bestia y la quietud e inmovilidad de los pies en el ruedo.
El capotazo, ese que comienza con la etapa de citar al toro , está vivo en estos dos espacios, como todo el resto de las suertes: trastear y correr los toros; las largas; recortes, galleos, por supuesto La Chicuelina, La Verónica, La Navarra, El Farol y las Gaoneras.
La plaza La Taurina, techada con capacidad para seis mil espectadores, aún logra mantener vivo el arte nacido en la antigüedad y resiste los embates de la modernidad y su nuevo respeto a los animales.
Aquí aún se lleva a cabo la corrida más tradición de un pueblo taurino hecho a base de tradiciones: la Corrida de luces, nocturna del 14 de agosto que el tiempo dirá cuánto durará.
La tradición dicta que en el redondel se forma una alfombra por donde desfila el Obispo y los toreros para que éstos reciban la bendición de la Virgen de la Caridad. Y los espectadores encienden miles de velas que iluminan el escenario.