Por Édgar Escamilla
Con más de 30 años en la producción cultural, Guillermina Ortega sigue creyendo en la irreverencia del arte y en cómo este es una vía para expresar sentimientos, emociones, e incluso, la cruda realidad.
La artista visual nació en la incipiente ciudad de Poza Rica. En el contexto de un México que había sido sacudido por las revueltas estudiantiles y obreras, en una era del auge del feminismo a nivel mundial, sus inquietudes la llevaron a dejar su terruño y migrar hacia la capital del país para después volver y plasmar, primero, los paisajes veracruzanos y después, la problemática que afecta a las mujeres víctimas de desaparición.
En aquellos años Poza Rica era considerada la capital petrolera de México, la ciudad se encontraba en proceso de construcción con una traza urbana muy agringada. Mientras muchos llegaban en busca de la prosperidad que ofrecía el oro negro, Guillermina levantaba el vuelo y se decidía por estudiar en Bellas Artes.
Con el calor del trópico corriendo por sus venas, al egresar retorna a su estado natal y comienza a interpretar y plasmar los paisajes veracruzanos en sus pinturas.
Feminista como es, se enfocó en mirar más allá de lo aparente, siempre que pintaba cosas evidentes del paisaje para después realizar investigación artística. Su última serie expuesta en Veracruz, en el Centro Cultural Ataranzas se llamó “Paisaje territorio”, en el que se plasma el tema de la desaparición de mujeres.
Actualmente cuenta con un taller de producción artística en Coatepec y ha su trabajo se ha expuesto -tanto en lo individual como de forma colectiva- en cuando menos 90 muestras estatales, nacionales e internacionales.
“Es un tema fuerte y no soy la única artista que lo hace. El artista recurre a lo que ocurre en su cotidianidad. Vemos un paisaje ensangrentado, algo nos ha pasado a todos cuando escuchamos cómo aumentan los casos en lugar de que disminuyan. El arte es más que decorativo, debe ser irreverente; debe mover conciencias”.
Se considera a sí misma como una mujer que ha evolucionado contra sistema, empleando el arte como un recurso. “Las mujeres hemos cambiado aunque no ha sido fácil, el sistema está incrustado en la médula, lo llevamos instalado en el ADN, pero el arte se convierte en un recurso para mostrar esta situación, así como mostraba el paisaje veracruzano, hoy lo hago con este tema”.
Esta evolución del pensamiento que ha llevado a la sociedad hacia una mayor apertura ha tenido sus consecuencias, positivas y negativas. Considera que el avance del feminismo en las últimas décadas, el empoderamiento de las mujeres, tiene algo que ver también en el aumento de la violencia contra de ellas.
Sentada en una de las bancas al interior de la Casa de Cultura de Poza Rica, comenta acerca de su próxima instalación a realizar en Canada en el 2020, en el que combinará las telas intervenidas con producciones videográficas. Esta obra tiene la intensión de representar la reconstrucción del ser y se basa en una técnica simple con aguja e hilo.
A su retorno del país del norte será expuesta en la ciudad de Xalapa, a finales del mismo año.