Comapa, Ver.-En el centro de Boca del Monte, se eleva el casco actual de lo que fue una de las haciendas de Antonio López de Santa Anna, el 11 veces presidente de México, el autoproclamado “Napoleón de América”.
Con más de 100 años de haberse construido el grueso del edificio, la casa sigue dando cobijo a la tercera generación de la familia Jácome. En la construcción contrastan los frescos pintados a mano, con estructuras de arquitectura moderna.
La hacienda fue adquirida en 1889 por don Rafael Jácome y su esposa, Antonina Jácome de Jácome, por la cantidad de 30 mil pesos. Sus descendientes aun viven ahí. También permanecen en el patio de la construcción los restos de don Rafael y el grueso muro donde destacan impactos de bala.
Aunque pudiera pensarse que esos edificios fueron la hacienda del dictador, en realidad cruzar el municipio de Comapa es pasar por lo que fuera propiedad del ex presidente de México.
La Hacienda de Boca del Monte ubicada en Comapa, fue propiedad de Antonio López de Santa Anna hasta el 21 de agosto de 1855. Solo fue una de cuatro enormes propiedades que tuvo en el estado y donde Manga de Clavo fue de sus preferidas.
Las haciendas de Manga de Clavo, El Lencero, Paso de Varas y Boca del Monte. Todas habían sido tomadas por el entonces presidente, pero al final fueron vendidas por decreto presidencial en 1855.
La hacienda del “Napoleón Mexicano”, en Boca del Monte, tenía poco más de 9 mil 400 hectáreas de superficie y llegaba hasta Soledad de Doblado. Al momento de ser vendida a la familia Jácome, solo tenía un edificio de dos pisos de mampostería.
Fue el 21 de agosto de 1855, cuando José López de Santa Anna ante el escribano público, Don Ángel Benítez, puso la hacienda a nombre de su secretario, José Ignacio Esteban. El entonces presidente había dimitido el 10 de agosto, diciendo que tenía que ir a Veracruz a atender “asuntos de negocios”. Necesitaba dinero rápido, pues estaba por marcharse a La Habana, Cuba.
Cuando la familia Jácome llegó a la Hacienda, el casco no tenía más que una sencilla casa de madera de dos pisos sobre una colina, además de las casitas de los campesinos. De inmediato iniciaron los trabajos de organización de la Hacienda y construyeron una casa grande y elegante de mampostería y teja en donde había estado la de madera.
La revolución mexicana fue mala para quienes vivieron en ese entonces en Comapa, pues los carrancistas tomaron el control de la hacienda. Una de sus paredes tiene evidentes muestras de impactos de bala. Se presume fue utilizada para fusilar a rebeldes.
Las paredes, contrario a los actuales papeles que se venden por rollos para decorar, fueron pintadas a mano, háblese de jarrones, aves, conejos y flores. Una elegante hacienda en medio de la nada.
Para 1938, el general Lázaro Cárdenas envió cartas a los hacendados, donde les agradeció la “donación” de sus predios para que los campesinos, en un acto de justicia social, la pudieran trabajar como propia, lo que “dará un paso decisivo en el progreso de nuestra historia”. Fue el fin de las grandes haciendas, que fueron repartidas al campesinado.
Durante uno de sus gobiernos, en 1836 perdió Texas, que vendió a Estados Unidos por una vergonzosa cantidad de dinero. Luchó contra los franceses y contra Estados Unidos, en esta última guerra “su alteza serenísima” perdió la mitad del territorio nacional.
Santa Anna ya era capitán del ejército español cuando estalló la guerra de independencia de México y luchó contra el ejército de Miguel Hidalgo y Costilla, contra Morelos, contra Guerrero.
En 1821 Agustín de Iturbide, que al igual que Santa Anna había combatido la insurrección desde las filas realistas, acordó con el último de los rebeldes el llamado “Plan de Iguala”, un programa político independentista que ganó rápidamente adhesiones y le permitió formar un poderoso ejército.