Fernanda Maldonado
Puebla, Pue.- En las entrañas del mercado de artesanías “La china poblana”, se encuentra un local en el que la tradición y el amor al cristal sopleteado perdura, donde abunda el color, la delicadeza y el sutil olor del cristal derritiéndose para ir tomando nuevas formas.
“Desde que tengo ocho años mis padres me enseñaron el arte del cristal sopleteado y fue cuando empecé a trabajar”, afirmó Carlos Pineda Castillo, uno de los pocos artesanos que aún practican este arte.
Con más de 40 años de experiencia realiza pequeñas piezas de cristal en menos de 10 minutos.
El cristal que se utiliza proviene de pipetas, matraces y probetas de laboratorio, al igual que un soplete de soldador, para cuidadosamente empezar a derretir el cristal y con ayuda de una tenazas se le empieza a dar forma, creando desde diminutos gatitos, delicados juegos de té, coloridas flores hasta finas mariposas.
Uno de sus mayores retos como artesano fue elaborar un Cristo de metro y medio: “lo hice por días y semanas, porque no sabía cómo terminarlo, más bien ni cómo empezarlo, fue todo un reto”, comenta entre risas nerviosas el artesano.
A pesar de lo costoso que puede ser le material, los precios de estas artesanías son muy económicos y accesibles para los clientes o turistas que visitan el mercado de artesanías, donde se pueden encontrar figuras desde 15 hasta 200 pesos.
Su talento y determinación lo han llevado a recorrer diversas ferias culturales en le País, una de ellas a la que acude cada años es la feria “Todo Santos” en Orizaba Veracruz, donde a sido muy bien recibido por los ciudadanos.
A pesar de que pocos artesanos realizan el oficio, el cristal soplado es una artesanía que se niega a desaparecer, aportando delicadeza y colorido a la cultura mexicana.