Yanga y Cuitláhuac, cuna de la tercera raíz

Óscar Sánchez

Cuitláhuac, Veracruz.-

Viviendas en colores chillantes saltan a la vista.  A la vieja usanza, mecedoras  se mueven al compás del viento que golpea las montañas de dos zonas emblemáticas de la zona central de Veracruz.

Los lugareños, de piel morena, se pasean por las angostas y terregosas calles de Yanga y Cuitláhuac, dos regiones que formaron parte de la rebelión de esclavos negros que inició en 1570 y de las hordas de trabajadores libres de origen africano.

Cerca de nueve mil personas de ascendencia africana se mantienen como una colectividad íntegra y fuerte para no olvidar su pasado de yugo y tener un presente de independencia.

A las orillas de Mata Clara, una comunidad de más de 20 cuadras, las casitas color azul cielo y verde agua se erigen orgullosas en el municipio de Cuitláhuac, que lleva su nombre en honor al penúltimo Emperador azteca.

Al morir Moctezuma, Cuitláhuac fue el gran general del ejército mexica y fue el principal artífice de los combates que dieron la victoria a los mexicas en la llamada “Noche Triste”.

Los pobladores conocen muy bien de la importancia que han tenido los suyos en la conquista del país en el siglo XVI, en su época colonial, la independencia en 1810 y su revolución en 1910, pero también sabe del secreto para vivir una vida larga.

En las encrespadas montañas de las faldas del Golfo de México, un negro esclavo había iniciado una rebelión contra la corona española. Fue Gaspar Yanga, el “Negro Yanga”, quien en 1570 sacudió a todo un imperio. Su pasado no está bien definido, pero se asegura era integrante de la familia real de Gabón, lo cual mostró con un valor y fiereza.

Se internó en las montañas y desde ahí dio una pelea férrea contra la corona española y fundó un pueblo, la primera colonia libre de América.

Durante 40 años se mantuvo libre con un numeroso grupo de esclavos; pero la afrenta intentó ser cobrada en 1609. Más de 500 soldados españoles, reclutas y aventureros, llegaron a la montaña para “pacificarla; enfrente se toparon con cien negros cimarrones con armas de fuego y 400 con piedras y flechas al mando de Francisco de la Matosa, el general del viejo Yanga.

Los rebeldes huyeron, pero mantuvieron su zona de influencia, hasta que la Corona se vio obligada a firmar un acuerdo que daba a Yanga un área independiente que sólo sería atendida por franciscanos y, en contraparte, se regresaría a todo aquel esclavo que buscara refugiarse.

Primero bautizaron la zona como Las Palmillas y, luego, como El Pueblo Libre de San Lorenzo de los Negros, donde murió el primer gran libertador de América.

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