El lugar transmutó de un ultramarinos a un refugio y un recuerdo para muchos habitantes de la capital veracruzana
Por Édgar Ávila Pérez
Xalapa, Veracruz. – Un antiguo local comercial con un emblema de un barco envuelto en un timón, se convirtió con el paso de los años en un referente de innumerables historias de una ciudad como Xalapa.
Desde aquel 19 de mayo de 1959 cuando se le bautizó como La Naval, el lugar transmutó de un ultramarinos a un refugio y un recuerdo para muchos habitantes de la capital veracruzana.
“El lugar es historia, familia, amor, veo y es un lugar lleno de muchos sentimientos”, describe Marymar Fernandez Flores, la tercera generación de descendientes asturianos que atracaron tierra adentro.
En las faldas de una cordillera, bajó su ancla una “nave” venida del viejo continente que se convirtió en un referente.
Desde un pueblo llamado Villaverde en Asturias, España, un hombre de nombre Ángel Fernandez González navegó por la mar y como un buen marinero construyó un espacio que resistió los temporales.
Durante décadas, la estantería repleta de laterías, galletas, embutidos y vinos mostraron lo mejor de una abarrotera y un ultramarinos, punto para llenar la despensa pero tambien como contacto con el exterior por las importaciones.
“Cuando era niña todo estaba lleno de anaqueles, había galletas, vino, latas… era convivir con mi abuelita”, rememora la joven de 27 años que ha tomado las riendas del emblemático lugar.
En el centro histórico de Xalapa, en contra esquina del Palacio de Gobierno,
La Naval pasó a ser un punto de reunión con los dueños, quienes se caracterizaron por ser muy buenas personas.
Luego de la mano de Angel Cimadevilla Fernández, sobrino del fundador, el olor a croissant con rellenos tan diversos como pulpo a la biscaina y lengua inundó no sólo un local, sino el corazón de la ciudad.
“Ahora me gustan mucho los cuernitos, de lomo candiense, los pambazos de frijol con chorizo”, agrega a la distancia Marimar.
La mutación del lugar, sin perder su esencia, siguió con Ángel Roberto Fernández, hijo del fundador, quien convirtió La Naval en un centro cultural y de reunión con juegos de domino, damas, backgammon y ajedrez.
Los talleres de Aikido, Tai Chi Chuan, Take Ima Dojo, filosofía oriental, fórmulas alimentarias, danza, tamboriles del trópico, talleres de teatro, concursos diversos y encuentros expresivos forman parte de una larga lista de las fronteras culturales del conocimiento que ha ofrecido Don Ángel Roberto.
“La Naval representa la lucha a través de muchos años de mantener un negocio familiar con una escencia de mucha historia”, describe Francisco Iván Sainz Olmos, pareja de Marymar, quienes ahora están al frente del mítico espacio xalapeño.
Ambos llevan tres años planeando una nueva etapa de La Naval, reforzar su esencia de foro cultural, donde se pueda ofrecer diversos temas de esparcimiento como música, teatro, cine y se ofrezcan espacios para la gente joven.
“Queremos tener esa esencia de todos y ponerle ese toque”, agrega con la vista puesta en darle nuevos aires al lugar con reliquias, gastronomía e historias personales de cientos de personas.
Un negocio que de 60 años, de un linaje familiar que ahora mira al futuro o sin dejar su pasado.