Ixhuatlán del Café,  aromas y leyendas

Miguel Ángel Contreras Mauss

Córdoba, Veracruz. –

Enclavado en la selva y bosque mesófilo de montaña, un municipio llamado Ixhuatlán del Café resguarda en sus entrañas un pasado indígena y español en medio de leyendas, ritos religiosos y olores a café.

Bañado por pequeños arroyos tributarios del río Jamapa, Ixhuatlán goza de un pasado Totonaca que se refleja en piezas prehispánicas que siguen saliendo a la luz, pero que hoy le rinde tributo al Señor de la Piña en una herencia del país ibérico.

Las ardillas, conejos, tuzas, armadillos, aves y reptiles forman parte de la fauna que se mezcla con las matas de café que le dan prestigio a la región gracias a la buena calidad del aromático.

En el pasado formó parte del cacicazgo totonaca de Cempoala, pero a partir de 1327, la región fue poblada por Tochichimecas provenientes de Cholula y Tlaxcala.

La herencia de los indígenas quedó plasmada en cientos de piezas prehispánicas que siguen saliendo a la luz, como sellos, metates, figurillas que forman parte de la memoria de un pueblo trabajador.

La Presa y Cuevas de la comunidad de Guzmantla, junto con los vestigios arqueológicos de la Ixhuatequilla y su río con actividades de natación y recreo forman parte de los atractivos turísticos.

El parque central y el atrio de la iglesia de San Pedro Apóstol  que data del siglo XVI, actualmente protegida como Patrimonio cultural por el INAH, forman parte del patrimonio material, pero su feria del café y fiesta en honor del señor de la piña, que fue un personaje de la conquista, son la parte de la calidez humana.

Los danzas autóctonas y folklóricas, actos religiosos, carreras de caballos, kermesses, torneo de cintas,  encuentros deportivos (torneo de pesca y canotaje), mojigangas y comparsas, arropa a Ixhuatlán que en  náhuatl significa hoja de maíz verde.

Cuenta la leyenda que un señor “acaudalado” viajaba en barco con destino a Veracruz, durante su travesía estuvo en riesgo de naufragar y perder la vida, ante lo cual prometió regalar una piña de oro a Jesús Crucificado si salía con vida de aquel trance; al lograrlo, cumplió su promesa y llevó a la iglesia de Ixhuatlán su ofrenda.

El culto al “Señor de la Piña” se arraigó en la comunidad, al grado de convertirla en la fiesta más importante de su calendario, la cual coincide también con la cosecha del café.

En sus inicios, a la fiesta concurrían las diferentes congregaciones del municipio portando sus estandartes, los danzantes de Santiagos, y los de Negros.

El obispo asistía a celebrar confirmaciones y se realizan jaripeos, novilladas, peleas de gallos, torneos de cintas, carreras de caballos y se establecía una pequeña fiesta comercial en los alrededores de la iglesia, que hoy, es una de las fiestas más populares en la zona.

Los platillos típicos como el mole, tamales de frijoles y de chile son la cereza del pastel.

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