Víctor M. Toriz
Alvarado, Veracruz. –
Las aguas en calma corren en laberintos que se forman entre las raíces altas de los bosques de mangle e islotes que se distribuyen en la laguna de Mandinga, un oasis atrapado en medio de fraccionamientos residenciales ubicados en la Riviera Veracruzana del municipio de Alvarado y comunidades rurales del municipio de Medellín.
El lugar se ubica a 30 minutos del municipio de Veracruz, para llegar se ingresa por el pueblo de Mandinga, que al igual que la laguna tiene un nombre africano desde hace más de 300 años, cuando una colonia de africanos se reveló para vivir en un paraíso apartado.
Desde entonces la laguna se convirtió en el principal sustento para sus familias, que subsisten de la pesca rivereña de especies nativas como el ostión, así como de prestar servicios a turistas atraídos por lo que se habla de la gastronomía del lugar.
Cuando se ingresa se cruza una carretera de dos carriles que serpentea entre las dunas, atrás, en el horizonte, se alcanza a ver desde ese punto el mar de Veracruz que se pierde por la distancia entre el azul del agua y del cielo.
Pero al frente un espejo de agua rodeado de casitas, en donde se reflejan los árboles, las nubes y el sol, cautiva a los visitantes.
Alrededor de la laguna se ubican filas de palapas con mesas que ofrecen a los turistas tradicionales platillos veracruzanos a base de mariscos mientras se puede apreciar la vista de la laguna.
La mayoría de los restaurantes ofrecen productos pescados en la laguna, el arroz a la tumbada, la minilla, los ostiones gratinados y el filete de pescado relleno de marisco son algunos de los platillos más representativos.
Sin embargo, el clima caluroso que es apaciguado solo por la brisa que sopla desde la laguna, invita a los turistas a pedir un cóctel de ostiones o camarón, para entrar en ambiente mientras se espera algún otro platillo.
En la orilla de la laguna de Mandinga se pueden ver los cayucos con redes que sirven a los pescadores para salir todas las mañanas a pescar, en otros puntos se construyeron muelles improvisados con maderas y troncos en donde descansan lanchas que ofrecen recorridos a los turistas.
Es común ver puentes de madera que se levantan en forma de arco entre la orilla y los islotes más cercanos, así como puentes entre islote e islote.
Cuando se ingresa a uno de estos recorridos es el único momento en el que se puede romper la calma del agua y se le ve como un ente vivo, en el que se miran los peces nadando por los costados de la embarcación, cangrejos aferrados a las raíces y de tener suerte nutrias jugando en alguna orilla alejada de las palapas y casas.
Se calcula que en la laguna de Mandinga existen casi 500 hectáreas de mangle de tres especies distintas, que la bordean desde el pueblo de Mandinga en Alvarado, hasta la comunidad de La Laguna, en Medellín.
Para llegar a este paraíso se toma la carretera Boca del Río-Antón Lizardo hasta llegar a una intersección en la que un letrero dice Mandinga, se sabrá que es el correcto cuando se empieza a subir la pendiente de las dunas.