Édgar Escamilla
Poza Rica, Veracruz. –
Bajo la lluvia de aquella madrugada del 25 de noviembre de 1956, los 86 expedicionarios que conformaban el Movimiento 26 de Julio partieron desde la congregación de Santiago de la Peña, una comunidad ubicada en la margen derecha del río Tuxpan.
Aquella noche sería el inicio formal de una travesía que desencadenaría la Revolución Cubana y el fin de la dictadura de Fulgencio Batista.
En la ciudad de Tuxpan, conocida también como el Puerto de los Bellos Atardeceres, los ocasos pintan de rojo y naranja el cielo sobre el amplio caudal del río. El calor propio de la costa invita a refrescarse con un tradicional Timbakey, una bebida típica tuxpeña elaborada a base de fruta machada.
Por la mañana, con el sol, se cruza el río con rumbo a Santiago de la Peña, a bordo de pequeños esquifes que hacen las veces de taxi entre la cabecera municipal y la comunidad, un pequeño poblado de apenas 8,700 habitantes.
Sus viejas construcciones rememoran en parte las calles de La Habana. A nos metros del río se encuentra el parque “Primaver” con su kiosko central.
Unos pasos más adelante se erige el Museo de la Amistad México-Cuba, un espacio habilitado en lo que fuera la casa utilizada por Fidel Castro Ruz y el grupo de expedicionarios para preparar su salida hacia la isla.
A la orilla del río, en el espacio donde ahora se encuentra la pista de canotaje olímpico, antes de la devastadora inundación de 1999, se encontraba una réplica del yate Granma, la embarcación adquirida por el mexicano Antonio del Conde “El Cuate” por 50 mil pesos de aquel año.
Quienes sobreviven a aquellos tiempos, recuerdan a los cubanos deambular por las calles de Tuxpan, sin imaginarse que dentro de aquella casa se fraguaba uno de los movimientos que cambiaría el rumbo de la historia de una nación entera.
El amplio acceso está custodiado por enormes palmeras hasta llegar al pie de la estatua del libertador José Martí. Frente aparece entonces la casa, hoy convertida en museo, con múltiples murales evocando la Revolución Cubana y la amistad entre ambas naciones.
Dentro del museo, dividido en tres salas, un salón y una biblioteca, se exhiben copias de los documentos de compraventa del Granma, una sala de estar ambientada a la década de los cincuentas, con un viejo televisor de bulbos y un tocadiscos.
En otra de las salas se aprecian réplicas y un original de la ropa tipo militar utilizada por los expedicionarios. Múltiples fotografías de Fidel y Raúl Castro, Ernesto Guevara y adornan las paredes. En el ambiente suena la canción de “La Lupe”, escrita por Juan Almeida e inmortalizada por Silvio Rodríguez. Es una despedida a una enamorada mexicana antes de partir rumbo a Cuba.
Detrás de la casa de dos plantas y enormes ventanales, se erige un monumento a Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara, una réplica de la que se exhibe en el Museo de la Revolución, en La Habana.
Desde la segunda planta se puede apreciar parte de la ribera del Tuxpan, panorámica obstruida por el edificio de la Pista de Canotaje, pero aún así no demerita la vista; la misma que pudieron observar los expedicionarios en el 56.
“Golondrina sin nido era yo en el camino, cuando te conocí”… escribió Almeida en La Lupe. Como él, quien visita Santiago de la Peña ansia pronto volver a disfrutar de su tranquilidad y su comida típica, propia de la huasteca veracruzana.