Víctor M. Toriz
Alvarado, Ver.- En Mata de Uva la brisa del mar impregna de rocío todo el año la tierra que se usa para sembrar; mientras hombres y mujeres en embarcaciones tiran las redes, lanzan el arpón y tiran los anzuelos para lograr una buena pesca.
En esta pequeña comunidad del municipio de Alvarado hay de dos: se es pescador o se siembran sandías.
Sin importar qué camino se decida tomar, todos los pobladores conocen bien alguno de los dos oficios, que sin resentimiento alternan con cualquiera que sea su profesión u oficio.
En el periodo entre el invierno y la primavera, las familias usan sus tierras para trazar líneas rectas en donde nacerán las plantas de sandía, que de manera caprichosa se dispersarán en bifurcaciones con tallos verdes, hojas grandes y brotes ovalados del fruto.
El tamaño y el color hace evidente la fecha para iniciar el corte, aunque la experiencia de María Teresa Merlín es suficiente para saber qué día se iniciará la cosecha en la parcela que su papá rentó y en el que todos los integrantes de la familia pausan sus actividades cotidianas para ayudar en la recolección.
Desde niña se emplea en los campos de sandía de Mata de Uva, cuenta que cada 23 de diciembre siembran la semilla que entre los últimos días de marzo y la primera semana de mayo cosechan, en campos que se extienden en el horizonte y hasta donde alcanza la mirada.
“Desde que tenía 10 años comencé a trabajar en la sandía, ahora me escapo de mi trabajo en estas fechas para venir a cortarla.
“Siembre es un trabajo pesado, pero siempre lo hacemos ameno, recuerdo que tiempo atrás cuando estábamos chamacos se rompían muchas sandías, por el relajo de que empezaban a chancear, nos ganaba la risa y se nos caían al suelo, ahora seguimos el relajo, pero sabemos que esto le da de comer a la familia durante todo el año.”
María es la primera en una fila de una docena de personas que se forman de manera diagonal en el terreno donde se siembra la fruta.
Una a una se van cortando las sandías, se pasan de mano en mano como si se tratara de un juego de pelota, hasta que llegan a Elía Aquino, la última en la fila; ella la deposita en el suelo y va formando montículos.
Elía tiene 23 años dedicada a cuidar los terrenos donde se cosecha la sandía, cada día en la temporada que tarda en crecer el producto vigila que este no sea robado o sea alimento de cualquier plaga.
En promedio tres cuartas partes de las piezas de la cosecha alcanzarán un peso en el rango de los 5 kilogramos, otra pequeña -peso significativa porción de las sandías- tendrá un peso 7 o 10 kilógramos.
En ambos casos son cargadas en camionetas que viajan varios kilómetros desde la Ciudad de México, para ser distribuidas en todo el país, otras más al extranjero.
Las más pequeñas o que brotan tardíamente en la temporada se cargan en camionetas y son vendidas a los veracruzanos en recorridos que los propios agricultores hacen para evitar que se pueda quedar algo, sin saber nadie que estas sandías nacen y crecen frente al mar, en el pequeño poblado de Mata de Uva.