Édgar Escamilla
Poza Rica, Ver.- De izquierda a derecha del muro, se precia una platanera y su racimo colgando, cultivo que proliferaba en la zona a principios del siglo XX. En seguida se muestra un pescador sobre su panga, extrayendo la riqueza de la poza.
Las enormes torres de perforación y los quemadores del campo Poza Rica no podían faltar, así como las instalaciones de la compañía petrolera “El Águila” y la vía del ferrocarril Cobos-Furbero, conocido coloquialmente como “La Maquinita”.
Le sigue el busto de un trabajador petrolero y la venta de comida en las fonditas, donde los trabajadores acudían a alimentarse después de las arduas jornadas para extraer el oro negro desde las entrañas de la tierra.
Casi a la mitad del mural se aprecia el viejo edificio del Mercado Poza Rica con su nave principal, hoy absorbida por la gran cantidad de comercios que se asentaron poco a poco a sus alrededores.
A un costado se hace un reconocimiento a la raíz indígena totonaca de la ciudad y la ciudad ceremonial de El Tajín, que aunque geográficamente se encuentre en Papantla, ha sido un referente cultural para la urbe.
La última parte que alcanzó a ser pintada muestra a una mujer indígena elaborando zacahuil, el legendario platillo huasteco que se ha convertido en un ícono de la gastronomía pozarricense. Le siguen los esbozos de lo que sería la parte contemporánea del mural.
Entre las cosas buenas que ha permitido la contingencia por el nuevo coronavirus, además de la convivencia familiar, está la recuperación de espacios que, de otra manera, pasaban desapercibidos ante nuestros ojos en el ajetreo cotidiano de una ciudad como Poza Rica.
Justo en el edificio de la Unión de Comerciantes del Mercado Poza Rica, en 2017 se inició la pintura del mural en el que se plasmaba la historia de la novel ciudad, desde sus orígenes en medio de la selva totonaca y aquel remanso del río Cazones rico en peces, hasta el desarrollo económico producto de la industria petrolera.
Cronistas, promotores culturales y grafiteros fueron convocados para plasmar en aquella pared los momentos más trascendentales de la otrora Capital Petrolera de México. El proyecto sería financiado por el entonces diputado suplente Nicanor Martínez Olguín.
Aunque se avanzó en casi un 70 por ciento la obra, uno de los grandes males de esta ciudad impidió su culminación: el exceso de comerciantes ambulantes y semifijos.
De acuerdo con el actual secretario general de la Unión de Comerciantes, Sergio Domínguez, la presencia de comerciantes ambulantes, quienes colocan sus productos recargados sobre el muro, impidió que se pudiera concluir.
Hasta antes de la cuarentena el mural podía observarse solo los días jueves, cuando el gobierno local instauró el programa “Un día sin ambulantes”, con el cual se pretendía liberar el primer cuadro de la ciudad al menos una vez a la semana.
Con la jornada de “Sana distancia”, el plan se amplió a lunes y jueves, pero al avanzar a la Fase 3 y la restricción del comercio no esencial, el mural permanece más tiempo expuesto al público.
Es evidente el daño provocado a la pintura por las estructuras de los mercaderes y aunque difícilmente podría dársele continuidad, la obra, aunque no lleve la firma de algún autor de renombre, aunque oculto, forma parte del acervo cultural de Poza Rica.