Inés Tabal G.
Veracruz, Ver. – Entre una mezcla de sonidos de música de cumbia y el hablar de los comerciantes y clientes que se pierde conforme se avanza, así transcurre el día en el Mercado Hidalgo en el puerto de Veracruz.
Sus instalaciones lucen como un gran laberinto que hacen perder a más de uno en infinidad de negocios de ropa, zapaterías, verdulerías, carnicerías y locales de comida.
En medio de especies, verduras, carnes y ollas de todos tamaños y colores, una gran variedad de comercios donde los turistas y visitantes se deleitan con los platillos que ofrece la gastronomía veracruzana.
Al fondo del mercado, el olor a mar indica que se llegó a la zona de marisquería; una docena de lugares compiten por seducir a los clientes que transitan por ahí.
En lo más recóndito del pasillo se encuentra Mariscos Gloria, con más de 30 años de vender cócteles de camarón, pulpo, jaiba, ostiones y demás manjares que el mar veracruzano regala.
El tradicional “vuelve a la vida” es la especialidad de la casa. Su sello característico los distingue entre los demás comercios y los jarochos lo saben al buscar el espacio para saciar sus apetitos y antojos.
Detrás de unas botellas -con distintos preparados de especies, aceites y salsas que otorgan el sabor tan característico a los distintos cócteles que preparan-, se encuentra Aurelio, un hombre que lleva 15 años trabajando en Mariscos Gloria.
Con el tiempo e ir observando la manera en cómo sus demás compañeros preparaban loas copas repletas de especies marinas, perfeccionó su técnica y le dio su propia sazón.
“Yo veía como lo preparaban, fui aprendiendo y ahora trato de que tengan un mejor sabor, que el marisco sea fresco, que sea del día”, comenta sin dejar de preparar los cócteles que esperan ansiosos comensales.
Con movimientos que parecen mecanizados, Aurelio le da vida a los “vuelve a la vida”. Mete una y otra vez sus manos a una hielera donde los mariscos se convierten en el emblemático platillo.
En la copa de cristal, sumerge el camarón, seguido del caracol, pulpo, jaiba, cuyos colores claros y rojizos contrastan con el cilantro, cebolla, aguacate y cátsup, éste último el toque final que se agrega con los preparados especiales.
En menos de cinco minutos quedó el suculento platillo, que además de tradición lleva consigo infinidad de historias y años de experiencia.
A su espalda, un cuadro con la imagen de la Virgen de Guadalupe y dos retratos de Don Damián y la señora Gloria, fundadores de la marisquería.
Aurelio cuenta que sus “patrones” -como les dice por costumbre-, empezaron con el pequeño local y años más tarde se multiplicó en cuatro comercios, todo un legado que resistió el incendio del mercado aquel fatídico 31 de diciembre del 2002 o la remodelación que sufrió después de ese trágico accidente.