Óscar Sánchez
Nautla, Ver.- La sinuosa carretera que bordea las montañas se ve interrumpida abruptamente por la imagen de una playa de intenso color verde. En lo más alto de una ladera, las aguas del Golfo de México se asoman en toda su plenitud.
Las playas de fina y suave arena con oleaje tranquilo se extienden en una línea recta casi perfecta por 50 kilómetros. La virgen zona, acompañada por rústicos restaurantes y palapas, fue bautizada como Costa Esmeralda.
Entre Nautla y Tecolutla, dos municipios veracruzanos puerta de entrada de la enigmática región totonaca, conforman una franja de paisajes naturales con barras, esteros y playas de agua tranquila.
Desde el Puerto de Nautla, una pequeña población con edificios de influencia francesa, hasta Tecolutla con sus esteros, canales y manglares, el paradisiaco espacio invita a la relajación.
A 160 kilómetros de Veracruz y a 43 de Martínez de la Torre, las aguas de los ríos Nautla y Misantla se unen al mar de la costa veracruzana para conformar un oasis con olores y sonidos de naturaleza.
Los olores de los frescos cocteles de camarón, de chilpacholes de mariscos, del caldo de jaiba y de las empanadas de camarón y jaiba que emanan de palapas, contrastan con los pulcros aromas de los hoteles dispersos, bungalows y trailer-parks.
Las playas La Guadalupe, Ricardo Flores Magón, La Vigueta, Playa Oriente, Casitas, Monte Gordo y Maracaibo, solo son el preludio del Estero Lagartos, hábitat de cientos de aves, pejelagarto y cangrejos azules en Tecoluta.
Más de 800 hectáreas de manglares, con sus alfombras de lirios acuáticos, garzas, águilas y lagartos, forman parte de Ciénegas del Fuerte, un área natural protegida que incluye la franja natural del norte de Veracruz.
El viaje sobre coyucos en la red de canales rodeados de manglares con la fauna marina y aves exóticas son un mar de emociones y de adrenalina, como la que se libera en los descensos en el río Tecolutla.