Miguel Ángel Contreras Mauss
Córdoba, Ver. – En las entrañas de un bosque del municipio de Coetzala, en la Sierra de Zongolica, una cueva guarda misteriosos secretos que con el paso del tiempo se erigieron en leyendas.
A cinco mil metros sobre el nivel del mar, en las altas montañas de Veracruz, la cueva de El Sol y la Luna es una obsesión de exploradores que buscan encontrar la respuesta al enigma de figuras grabadas en sus paredes.
Y con el paso del tiempo se convirtió, en medio de veredas y caminos sinuosos, en un centro ceremonial indígena para rendir tributo a Tonatzin nana, la madre tierra a la que se le piden buenas cosechas.
Con sus diez kilómetros de largo y dos mil metros de altura, la cueva se oculta tan bien que sólo los expertos vecinos logran acercarse.
No hay pruebas de cuántos años tiene la caverna, pero los pobladores aseguran que podría ser de más de siete mil años y pudo ser ocupada por tribus hasta ahora desconocidas.
Aida Oltehua Apale, una mujer nativa, narra que cada primer viernes de marzo se reúnen cientos de personas que acuden a llenarse de energía.
“Para llegar a este lugar se requiere caminar más de una hora entre accidentados veredas que no todos se atreven a explorar”, dice.
En sus paredes hay grabadas varias pinturas, entre ellas un Sol y una Luna, pero también sobresale un escorpión. Es complicado llegar al lugar, pero la vista y las riquezas naturales que se encuentran en la cueva es un premio al esfuerzo.
La costumbre Xochitlalis, es en agradecimiento a Tonantzin nana. Con flores y hojas de palmas construyen un altar y con rezos en nahua se agradece a la cruz, una cruz de flores.
“Se les colocan collares y tocados de flores, dicha costumbre sobrepasa las costumbres católicas, es más un sincretismo, algo más cristiano pagano, parte de ese crisol de culturas que tiene nuestro México indígena”, apunta.
Con rezos en lengua nativa y con aguardiente el mayordomo reza a la cruz, agradece a la madre tierra para las buenas cosechas, ya que a partir de esta temporada, el clima cambia y es tiempo de aprovechar.
Una vez concluido los rezos comienza la fiesta.
“La fiesta se acompaña de tamales envuelto con hoja de plátano y aguardiente con tinte de mora”.