Inés Tabal G.
Ignacio de la Llave, Ver – En un pequeño puesto ambulante de dos metros de ancho por tres de largo, permanecen estáticos, dentro de bolsas de plástico, más de una veintena de diferentes panes artesanales en espera de ser degustados por los visitantes que llegan al municipio de Ignacio de la Llave.
El olor a mantequilla con una mezcla de azúcar, anís y ajonjolí se desprenden de aquellos sacos que, incitan a cualquiera que los huela a comprar al menos una de las más de 10 variedades que la panadería “La Mejor” ofrece a sus clientes.
El bizcochuelo, el borracho, la galleta de agua, la canilla, empanada de queso, de guayaba, de coco, los cepillos y una larga lista de manjares que Isaac y su esposa María elaboran y que han sido una tradición desde 1942.
Su fundador el padre de Isaac, Victorino Martínez Alvarado, fue una de los pioneros en la creación de las primeras panaderías en el municipio de Ignacio de la Llave, mejor conocido como La Mixtequilla y que sigue vigente a través de sus hijos.
“Todos de la familia tiene su panadería, pero algunos se dedican al pan normal que es el de dulce y nosotros nos dedicamos a lo que es el pan tostado”, comenta María mientras atiende a los clientes.
Desde los 10 años su esposo Isaac aprendió el arte de hacer pan, con más de 40 de experiencia y un linaje familiar que se niega a extinguirse con el paso del tiempo, tratan de inculcarle el mismo amor por este oficio a sus hijos.
El proceso de la preparación es tardado, la jornada laboral para ellos empieza a las cinco de la mañana, antes de que el sol salga. La leña y el horno de piedra son las herramientas indispensables para darle ese sabor único.
La paciencia es una de las virtudes que caracterizan a los buenos panaderos, admite María.
“Para hacer un bizcochuelo usted tiene que poner exactamente los ingredientes que lleva, porque si se pasa ya no salió. No sé en qué consista, pero usted le puede dar la forma y ponerlo en la charola, si el bizcochuelo le sale torcido quiere decir que no sirve usted para hacerlo”, cuenta María.
Según la creencia entre los panaderos, las personas que se dedican a este oficio deben de tener “mano para hacerlo”, ya que no a cualquiera se le da la responsabilidad.
El tostado es otro de los procedimientos que le da el toque final, entre tres o cuatro horas es el tiempo que le toma el pan llegar a esa textura crujiente que caracteriza estos manjares.
Semanalmente producen alrededor de mil bolsas de distintas variedades, sus productos han traspasado fronteras, llegan incluso hasta Canadá, Estados Unidos, España y algunos países de América del Sur.
El amor con el que elaboran cada pieza es lo que los caracteriza de las demás panaderías de la región, a pesar de que el oficio conlleva mucho esfuerzo y sacrificios la satisfacción de poder brindar empleo a varias familias los hace mantener viva esta tradición de más de siete décadas.