María Antonia, la poeta con alma de niña

Miguel Ángel Contreras Mauss

Córdoba, Ver.-  Su nombre es María Antonia Jiménez Estrada y creció escuchando la portentosa voz de soprano de su madre en un vaivén de canciones infantiles de Cri Cri, los boleros de Los Panchos hasta los tangos de Carlos Gardel.

Aquella niña que recuerda como sus vecinos apagaban sus radios para disfrutar la hermosa voz, también escuchaba -de la voz de su padre- leyendas antiguas donde convivían lo mismo chaneques, naguales que brujas y fantasmas.

“Hacían su desfile de sucesos frente a los ojos de mi imaginación, tan voraz como la de cualquier niña de mi edad, que cada día pedía más”, rememora María Antonia, poeta, escritora de cuentos infantiles, productora de textos lúdicos y, sobre todo, una promotora constante de la lectura.

En aquel antiguo Córdoba, su padre tejía historias donde se convertía en el protagonista para saciar a una niña ávida de un mundo mágico, al que también entraban sus hermanos con historias de Tartarín de Tarascón de Daudet o las historietas del Tesoro de la Juventud.

“Recuerdo que de sus páginas aprendí a hacer papiroflexia y de sus artículos sobre los avances científicos aprendí a recolectar hojas de flores para elaborar perfumes o conocer sobre la evolución del ser humano, las grandes construcciones arquitectónicas, las maravillas de la naturaleza entre otros”, afirma.

La autora de antologías y libros infantiles como Yanga y Huilango, historia contada en poemas, aprendió el arte de leer y releer, primero a través de los ojos de sus hermanos y posteriormente -dice- sola en una auténtica lectura vicaria.

Con participaciones en “Escritores de Tierra Adentro II”, “Raudal de Palabras”, “Versarías ondinas y bucaneras” y “Centinelas de la Tierra” (Tumbes Perú), disfrutó su infancia hasta en horas extras jugando a las canicas, matatena y encantados.

“No a todas las niñas nos gustaba jugar con las cuicas; jugué a la matatena, a los encantados, a las escondidas, Amo a to matarilerilerón, Doña Blanca y el beisbol, pocas niñas disfrutábamos de este último, me encantaban mis jonrones”, relata como si estuviera nuevamente ahí, en su barrio de San Miguel.

Pasaba horas en las mesas de futbolito en las que depositaba monedas para obtener las pelotitas, pero también en las páginas de Memín Pinguín, Heidi, el Reader’s Digest y algunas revistas científicas y el periódico local que leían sus padres.

A los trece años conoció un libro que le impactó: La metamorfosis de Franz Kafka, pero no fue el único, de la mano de su profesora de Español compró y compartió obras con sus compañeros.

“Leí y lloré con María de Jorge Isaac, El Zarco de Ignacio Manuel Altamirano, Bajo las ruedas, El lobo estepario, Mi credo, Siddhartha, Demian, de Hermann Hesse”, dice.

Desde niña comenzó a escribir textos creativos alentada siempre por su maestra de quinto grado, Eustolia Viñas, quien le pedía leer sus cuentos en voz alta ante el grupo; nadie ni nada la detuvo.

Formó parte del taller de Creación Literaria del INBA, en  dos ocasiones obtuvo el Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Veracruz,  formó parte del Programa Nacional Salas de Lectura, con la tarea “quijotesca” de coadyuvar en la formación de una sociedad lectora, de una cultura de la escritura de manera creativa.

Su poema ecológico e infantil “Ayer sembré un árbol”, fue finalista en el 1er. Concurso de Ecopoesía convocado en Tumbes, Perú y su primer libro editado es La Bella Mulata de Córdoba, fue ganador en la Categoría Agua Clara.

A la distancia, le estruja el alma pensar en el futuro de los niños ha impartido tantos talleres de lectura durante 25 años.

“Es triste volver la mirada hacia el año 1995 y observar que no se ha movido mucho en el área para provocar movimientos de impacto macrosocial, de ahí que los textos que escribo tratan de elegir temas que sean de interés histórico, que nos acerque un poco a la identidad local, sin perder de vista el interés lúdico de la escritura que sabemos incidirá en el niño”.

Sin embargo, nunca baja la guardia, en su ADN tiene alma de promotora y gestora cultural, de una amante de las letras con alma de niña.

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