Gran Café de la Parroquia, el jolgorio jarocho

Inés Tabal G.

Veracruz, Ver. – El olor a café recién tostado impregna cada rincón del Gran Café de la Parroquia 500 Boulevard, el ruido de las familias que conversan en las mesas hacen que el tiempo se detenga, mientras disfrutan de cada uno de los manjares que ofrece el lugar.

Adultos, ancianos, jóvenes y niños gozan del jolgorio, los cuales dejan atrás los problemas y pasan un rato ameno con la compañía de un buen café que llega a los vasos gracias al tilín tilín del golpeteo con la cuchara y una vista esplendorosa que brinda La Isla de Sacrificios, contrastando con el azul turquesa del mar.

Con más de 200 años de tradición, el símbolo de un Veracruz antiguo y de su nueva modernidad ha visto crecer a generaciones completas, no solo de clientes sino también de empleados que se convirtieron en el motor principal que mueve a este legado, el cual vio pasar las peores y mejores épocas del cuatro veces heroico puerto de Veracruz.

“El café es comunicación, es familia, es esperanza, es un punto de reunión muy sensible (…) la comunicación de la gente hace que este café viva día a día, en noticias, en trabajo, en reunión, en compartir”, así describe su propietario Ángel Fernández Ceballos, la herencia que sus antepasados le dejaron.

La tradición y la historia que se percibe en cada una de sus tres sucursales, se mezcla con los toques modernos que se distinguen a simple vista, en especial en la más reciente edificación que hace honor a los 500 años de la fundación del primer cabildo de toda América.

Donde se combinan los toques modernos como el aprovechamiento sustentable de la luz solar, una loza aligerada, una tostadora alemana; donde enseñan a los niños el proceso del tostado del grano.

Al igual que meseras mujeres como una aportación a la equidad de género, pero sin dejar atrás las ya típicas mesas, sillas y el piso que caracteriza a cada sitio.

Presidentes, artistas, empresarios, médicos, escritores y distintos personajes reconocidos, se han sentado en aquellos lugares que cuentan anécdotas, conspiraciones, risas e historias.

“Aquí no existen ni ricos ni pobres, aquí convive gente importante y no tan importantes”, comenta orgulloso Ángel.

Los sonidos de los cubiertos que danzan a la par de la risa de los clientes,  el tiin tilín del gopeteo con los vasos para pedir más café y leche, demuestran que aquí no solo se viene a llenar el alma, sino también el estómago, con la gran variedad de platillos típicos del puerto.

Tales como los antojitos veracruzanos, los huevos tirados, las canillas, las bombas o bísquet tostados con nata, son una pequeña introducción de los alimentos que se pueden degustar.

Mientras que, en las distintas presentaciones de café están el ya tradicional lechero que, con un solo tintinear los meseros llegan presurosos a servir el néctar hasta tu mesa, las malteadas para los niños y las aguas frescas son otra diversidad que hay.

El Gran Café de La Parroquia es la identidad de una ciudad que se niega a perder sus tradiciones a pesar del paso del tiempo, del cambio y que se va transformando de acuerdo a las generaciones, pero siempre sin perder su esencia, que atrae a turistas y locales.

“Prácticamente este café lo que lo mantiene en la flama, es la identidad de Veracruz, de México y que tenemos muy definido nuestra coraza de se veracruzanos y esa es nuestra bandera. Pregonamos con la familia, con nuestra verdadera historia, con nuestra verdadera identidad”.

 

Compartir: