Un argentino muy xalapeño

Óscar Sánchez

Xalapa, Ver.- Corría el último tramo de 1986, cuando un argentino llamado Carlos Alberto Converso Prato llegó a una pequeña capital rodeada de boscosas montañas.

En la ciudad de Xalapa de calles estrechas y pendientes pronunciadas, el trotamundos encontró la maduración como titiritero y hombre de teatro y se convirtió en un grande de las artes.

“Me ha dejado muchísimo, yo diría que toda la época de maduración como titiritero y hombre de teatro ha sido aquí en Xalapa y en donde logré asentarme en la manera de ver, concebir y hacer el teatro de títeres y en donde he tenido la oportunidad de enseñar y de ejercer esta vocación de docencia”, describe.

En sus años de rebelde juventud, había recorrido su natal Argentina, también Ecuador, Venezuela y Colombia, pero un amor lo hizo llegar a tierras aztecas y xalapeñas.

Aquí consolidó una carrera que le permitió crear más de 20 obras teatrales para títeres, adaptar otras 25 obras al teatro de títeres y darle vida a 250 títeres de papel maché, unicel, hule espuma, alambre, madera y resina y hasta de látex.

“Me encanta, dicho sea de paso, me gusta mucho hacer talleres, inventar cosas y compartir. Yo no tengo ningún prurito de estar guardando secretos, sino que yo creo que en el acto de compartir la creación colectiva, muchas veces, en donde surgen los descubrimientos más importantes, reveladores”, agrega.

El “Firuletes y chacharitas”  en aquel 1978, pasando por “¿Qué cuento es este?”, “Pandemónium” , hasta “Titirijugando”, “El oso que no lo era”, “Mi caballo, mi perro y mi rifle”, “Ficciones breves para títeres” y “Días Oscuros”, su obra y adaptaciones es prolija.

Desde el año 2001, enseña a nuevas generaciones desde las aulas de la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana, algo que le llena enormemente en su vida.

“Para mí todo eso ha significado en Xalapa”, agrega desde su acogedora vivienda asentada en la periferia de la ciudad, rodeada de una vegetación que transmite serenidad.

El hombre de 72 años, aún conserva el típico acento argentino, aunque se nacionalizó mexicano en 1983. Es una. Mezcla, dice, muy rara.

“Uno es un espécimen muy extraño. Yo me siento más mexicano, realmente, aunque reconozco mis raíces, pero después de tantos años viviendo aquí, ya he incorporado la manera, el modo del mexicano”, confiesa.

A veces cuando regresa a la Argentina le cuesta mucho trabajo volver adaptarse; allá se siente con un carácter muy fuerte, gritón.

“Y aquí todo es mucho más suave, más generoso, y bueno, ha sido un país en el cual yo me siento muy agradecido, precisamente, por esa generosidad, por esa apertura”, dice el dramaturgo, actor y director de teatro.

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