Carolina Miranda
Puebla, Pue.- Lenta, muy lentamente, la imponente rueda gira hasta llegar a los 80 metros sobre el suelo. Las modernas góndolas se balancean en las alturas y se descubren espigados edificios cristalinos, un concreto blanco de espaciosas avenidas y movimiento constante de autos y gente.
Las 54 góndolas con sus visitantes giran sobre la Estrella de Puebla, acreditada con el récord Guinness como la rueda de observación portátil más grande del mundo, y entonces a la vista surge la otra Puebla, una ciudad moderna que no le teme a su hermana mayor, la virreinal que cumplirá 490 años.
La estructura de más de 60 metros de diámetro, parada obligada para los miles de turistas, se convirtió en sinónimo de modernidad, en estandarte de crecimiento económico y en el rostro de una ciudad joven, rodeada por enormes centros comerciales, tiendas de exclusivas marcas, vehículos de última generación y coloridos antros.
Angelópolis le llaman, una zona o distrito financiero, residencial, comercial y de negocios en la zona metropolitana de la capital del estado, con rascacielos, opulentos residenciales, centros culturales, parques, centros comerciales, hospitales, centros de servicios y de atracción turística.
Los 18 kilómetros de la Vía Atlixcáyotl, una importante vialidad de 21 metros de ancho que soporta un enjambre de casi 30 mil autos diarios, muestran un aparador de autos BMW, Infinitum, Audi, Mini; y de marcas favoritas como Dior, Chanel, Tiffany, Rolex, Armani, Ferragamo.
La rúa asentada en una de las zonas más concurridas del turismo y el desarrollo económico de la Angelópolis, comparte espacio con restaurantes de alta cocina, que nada le piden a las capitales más importantes del mundo
El Parque Lineal, el Jardín del Arte, el Ecoparque Metropolitano, el Paseo del Río Atoyac, así como el espectacular Museo Internacional del Barroco, forman parte del complejo creado en torno a la Estrella de Puebla, pero además con el paso de los años se formó una estructura social de constante trabajo, pujanza y también de diversión.
Las universidades privadas, tiendas, teatros, centros de convenciones, fraccionamientos, edificios y zonas residenciales, hasta exclusivos clubs de golf y una ciclopista, conviven con orgullo y sin amedrentarse con la altiva y antigua Puebla, esa de edificios barrocos, de una historia portentosa.
Y la otra Puebla construye su propia historia al lado de las nuevas generaciones: mujeres jóvenes con cuerpos tallados por el gimnasio con reducidas minifaldas y hombres delgados moldeados por ejercicio envueltos en trajes modernos que ingresan a centros nocturnos; ambos pasan horas durante el día empujando nuevas inversiones, creando oportunidades de empleo para miles.
Son dos Pueblas que conviven, una de alma vieja y otra de un alma joven, en perfecta sincronía, sin envidias y mimetizadas.