Juan David Castilla
Coatepec, Ver.- La suavidad de la carne de pulpo en jugo de limón, con salsa de la casa, entre rodajas de naranja, cebolla morada y pepino resulta una delicia para el paladar.
Entre paredes, tejados y estructuras arquitectónicas coloniales que caracterizan a las edificaciones del municipio de Coatepec, el platillo deja una sensación de frescura en cada bocado que se acompaña con totopos y galletas.
El aguachile es un platillo típico de la costa occidental de México que se consume en el noroeste, sobre todo en los estados de Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Sonora y Baja California.
Sin embargo, también ha ganado terreno en el estado de Veracruz. Incluso, dicho establecimiento, ubicado sobre la calle Jiménez del Campillo número 57, en el Centro Histórico del Pueblo Mágico mencionado, lleva el nombre “Los Aguachiles”.
Sobre las paredes interiores se observan murales que reflejan la vida marina y exhiben de manera amigable el temperamento de algunos animales como tortugas, tiburones, pulpos; en otro de los muros, a diversos tipos de peces que se acompañan entre sí sobre un arrecife, como si se tratara de una ventana con vista a la profundidad del mar.
El negocio llama la atención de las personas que circulan a bordo de su vehículo o de quienes caminan sobre las aceras de la zona. La fachada es blanca y el marco de la puerta principal y ventanas es azul turquesa, cuyo logotipo es un camarón caricaturesco con el ojo derecho cubierto por un parche negro y con sombrero de pirata.
En el lugar, con solo diez pesos, puedes degustar un chilpachole de jaiba como entrada, cuya sazón es exquisita y tiene un toque picoso que ayuda a aliviar los males ocasionados por la resaca, después de una noche de copas por beber en exceso.
La otra sensación es el ceviche tropical, con frescos camarones que se cuecen en el jugo de limón y van acompañados de naranja, aguacate, pepino, cebolla, fresa y kiwi, cuyo sabor es agridulce y, algunos comensales, lo asemejan a un cóctel de frutas pero con los crustáceos decápodos marinos.
Los olores que despide la sazón cuando se cocina la mojarra al mojo de ajo, los camarones empanizados o en salsa verde se encierran en el establecimiento, habilitado en una casa antigua de la localidad, conquistando al olfato de cualquiera, mismo que pareciera estar conectado con el estómago y éste ampliara su apetito, emitiendo crujidos internos y sonidos similares al arrugar un papel aluminio.
Mientras degustas una fría chelada servida en un tarro congelado con jugo de limón y escarchado con sal o una michelada preparada con salsas, limón y clamato, se observa a familias completas que ingresan al negocio, donde niñas y niños salen disparados hacia un jardín de unos cinco metros de ancho y cuatro de largo para correr, jugar y pasar un buen rato.
Las medidas sanitarias por la pandemia del SARS-COV-2 (COVID-19) son estrictas en el sitio. La clientela debe ingresar con cubrebocas, aplicarse gel antibacterial y desinfectar la suela de sus zapatos en los tapetes colocados en la entrada. Además, el personal desinfecta las sillas y mesas después de que fueron utilizadas.
A un costado de la entrada principal, se encuentra un hombre y una mujer que la hacen de “viene viene” para indicar el acceso al estacionamiento privado con el que cuenta el restaurante “Los Aguachiles” y así brindar una mayor comodidad a sus clientes.