*Destacan su cultura totonaca y su exquisita gastronomía, resultado de las tradiciones culturales autóctonas, extranjeras y mestizas.
Diana Rojas
Misantla, Ver.- La memoria evoca el eco del galope de los caballos en las calles empedradas, el parque de juegos infantiles frente al panteón, las tardes frías en las que la familiaridad con los vecinos hacía de las calles un patio de recreo.
El motor de los autobuses antiguos que pasaban en las calles principales está casi extinto. Misantla cambió con el tiempo, ya no es un pueblo por donde pasaban cargados los camiones de caña, son menos los hombres con sombrero. Se ha extendido y urbanizado en los últimos años.
Siempre que se descubre a un conocido originario de Misantla se recibe como si hubiese una amistad añeja que hasta el momento no se sabía que existía.
Misantla es un pueblo oculto en las montañas de la zona centro del estado de Veracruz. Su nombre se deriva de los vocablos Mazatl, que quiere decir venado y tlán que es lugar; “Lugar del Venado”, nombrada así por la población de dicha especie.
Los extremos se hacen presentes, mientras en verano la temperatura llega a pasar los 30 grados Celsius en invierno el frío es seco y penetrante.
Si se viese como una persona, Misantla sería tímida, modesta, pero cuando se pasa suficiente tiempo en ella te sorprende con pinceladas frescas de insolencia.
Además, el pueblo misanteco está lleno de historias, una de las más referidas inclusive por el inmortal Pedro Infante, es la del pocito de Nacaquinia. Una historia que al velo de la infancia produce una tristeza sincera al imaginar a la princesa indígena que al enterarse de la trágica muerte de su enamorado derramó tantas lagrimas que formó un pequeño manantial.
También es destacable su cultura totonaca, y su exquisita gastronomía, resultado de las tradiciones culturales autóctonas, extranjeras y mestizas.
Misantla sobresale por su legado histórico a través de sus sitios arqueológicos, a pesar de que varios hallazgos no están protegidos de manera oficial.
Además de quedarse en la memoria, Misantla se queda en el paladar, lo más curioso es que al querer replicar alguna pieza de lo que es su gastronomía, no sabe igual estando afuera del pueblo.
Nada como las deliciosas empapatadas, el pollo en chiltepín, el pan, la longaniza, la costilla de puerco enchilada y ahumada, jamoncillo, chile de bola y los tacos.
Y los famosos tamales de picadillo, es uno de los más representativos del Totonacapan.
Pero el favorito de la región es el tamal ‘de dedo’ o ‘de cuchara’ y, aunque algunos pudieran decir que no se coció la masa, es justamente por eso que son especiales, la consistencia acuosa al estar recién salidos hace salivar a cualquiera.
Lo peculiar es que en Misantla se envuelven con hojas de ‘papata’ o ‘papatla’, imprescindible para la cocina minsanteca, y no con las de plátano.
En su vegetación sobresalen las maderas preciosas como el cedro, la caoba y otras menos conocidas pero de igual utilidad para la mueblería, ya que solo se conocen en la región.
Vestir la casa de muebles misantecos no resulta muy económico, pero en definitiva le da un toque elegante a los inmuebles, así como un aroma natural.
La mayoría de las casas de Misantla son decoradas por estos distinguidos muebles de madera, en algunos lugares del estado anunciar que los productos son misantecos es garantía de calidad.
Misantla sigue ahí, en la región montañosa de Veracruz, pero también en un imaginativo pintado en sepia, con ecos de galope de caballos, aroma a café y risas de niños que no tenían temor en salir por las tardes a jugar en las calles libres de carros.
Como dicen las letras grabadas en el muro del pocito de Nacaquinia, “quien toma de estas aguas, siempre vuelve a Misantla”, y sin necesidad de haber bebido de aquel nostálgico arroyo los recuerdos transportan a ese pueblito una y otra vez.