*El Convento de San Francisco, terminado en su totalidad en 1585, es el primero que se estableció en Puebla
Guadalupe Juárez / Identidad Puebla
Puebla, Pue.- Los orígenes de la ciudad de Puebla están ligados a los trazos de una estructura que guarda entre sus paredes el inicio: el Convento de San Francisco.
Ubicado sobre el bulevar 5 de Mayo y la Avenida 14 Oriente, en el Templo de San Francisco se venera a Fray Sebastián de Aparicio y es el primer convento que se estableció en Puebla.
Su atrio ha sido el patio de muchas generaciones de niños que asistieron a la escuela del mismo nombre y cuya estructura, con un cielo despejado o en las noches, se impone en el paisaje poblano.
En sus inmediaciones se encuentra Casa Aguayo, que actualmente es la sede del gobierno estatal, el Mercado del barrio del Alto, El Paseo de San Francisco y a unos pasos otros sitios como el Barrio del Artista y Analco.
Indios de Huejotzingo fueron los encargados de construir unos cobertizos, bajo la dirección del primer guardián de la fundación de la capital del estado, Fray García Cisneros.
En 1946, ese espacio se convirtió en un convento y una iglesia, techados con bóvedas, en las que habitaría una de las órdenes religiosas más influyentes en la historia de la ciudad, los franciscanos.
El convento fue terminado en su totalidad en 1585 y ha sido intervenido en diversas ocasiones, una de ellas donde colocaron tableros de loza blanca vidriada, que después fue conocida como talavera poblana, grabados en ellos jarrones con ramos de flores polícromas como símbolo de la Inmaculada Concepción.
Al centro, en las figuras de piedra se encuentran detalles como el escudo franciscano, el domínico, San Miguel Arcángel, San Juan Bautista, Santo Domingo y San Francisco.
Hay una entrada lateral conocida como Porciúncula; en la puerta sobre piedra está grabado en latín “he aquí el arma de nuestra lucha” y hay una cruz sobre el nicho.
¿Quién fue San Francisco?
Al interior, se encuentra el cuerpo del beato Fray Sebastián de Aparicio, el patrono de los choferes. Sebastián de Aparicio tenía 71 años, era español y sobre él pesaban ya una serie de leyendas y mitos, se decía que era milagroso.
Al quedar viudo, decidió tomar el hábito franciscano y fue enviado a Tecali y Puebla, en donde se dedicó a recoger limosnas para mantener a los demás, así, se ganó la fama de ser un “varón santo y milagroso”, consigna la Guía del Patrimonio Religioso de la Ciudad de Puebla.
Fray Sebastián de Aparicio murió en 1600 y 17 años después, el culto a este fraile creció a tal grado que cuando se colocó en una mesa para ser venerado, le arrancaron los dedos, la piel y la cabeza, la cual fue recuperada años después y cubierta con una mascarilla de cera. En 1789 fue beatificado y se permitió el culto público.
Es común ver en la calle, sobre la 14 Oriente una fila de vehículos nuevos recién comprados que esperan ser bendecidos, pues Fray Sebastián de Aparicio iba con sus carretas cargadas de leña y su oficio era ser conductor.