*Nueve estudiantes y egresados, en su mayoría de JazzUV, se apropiaron de espacios públicos en Xalapa para llenar las almas con cumbia fusión
Édgar Ávila Pérez
Xalapa, Ver.- Los sonidos que emanan de las percusiones, cuerdas, coros y metales, invaden -con enjundia y alegría- los espacios públicos: autobuses de pasaje, calles, parques, bares, restaurantes, fiestas familiares y hasta festivales de libro.
Los nueve mozalbetes se mueven rítmicamente y desde el güiro, timbales, conga, jarana, contrabajo, trompeta, trombón y el saxofón rinden tributo a los vestigios musicales africanos, indígenas y españoles que se combinaron para convertirse en la expresión musical más representativa: cumbia.
El ritmo musical festivo y alegre de los estudiantes y egresados, en su mayoría, del Centro de Estudios de Jazz de la Universidad Veracruzana, le dieron identidad a La Cachimba, un conjunto de cumbia fusión que se mueve en el mundo subterráneo de una ciudad artística y cultural como Xalapa.
Salidos de distintas regiones del país y desde las aulas de JazzUV, la institución para la enseñanza del jazz, los mozalbetes imprimen su sello personal en cada melodía, como un reflejo de dónde vienen y su influencia musical, desde cumbia, rock, jazz y un sin fin de géneros y estilos con los que se han cruzado.
“Queremos transmitir el mensaje de la rebeldía y de resiliencia, de tomar espacios, de no esperar a que alguien te llame, sino salir a buscarlo y generarlo y estar ahí todo el tiempo insistiendo”, dice el cofundador Jorge Chiney.
En aquel 2019, en un bar de la ciudad, muchos recuerdan cómo un grupo de jovencitos subían al escenario y con movimientos hipnóticos surgía la música y el canto de El Cuarto de Tula:
En el barrio La Cachimba se ha formado la corredera
En el barrio La Cachimba se ha formado la corredera
Allá fueron los bomberos con sus campanas, sus sirenas
Allí fueron los bomberos con sus campanas, sus sirenas
¡Ay, mamá! ¿Qué pasó? ¡Ay, mamá! ¿Qué pasó?
Entonces, ese grupo que surgió como una necesidad de sobrevivir económicamente a la pobre vida estudiantil, fue bautizado por sus seguidores como La Cachimba y se apropiaron de los espacios públicos.
“Surgió por la supervivencia de encontrarnos en otra ciudad que no era la nuestra, lejos de casa y por apropiarnos de espacios públicos, un poco de ambas: salir a las calle a hacer lo que nos gusta y sabemos hacer”, describe Chiney, el cofundador, charanguero y cantante.
Y la mezcla musical que se percibe en sus tocadas se explica con sus propios integrantes: en percusión Felipe, que trajo desde Tlaxcala el güiro; Gabriela Escobar, con los timbales desde El Estado de México; Kristina Sánchez de Tamaulipas con las congas y el cajón.
En cuerdas Jorge Chiney de Ciudad de México con el charango y voz; Rodrigo Chiney, también de la capirucha con jarana y coros; Warita Cortés Puebla con el contrabajo. En Metales Roy Goga, de Puebla con trompeta y coros; Mariano, del estado de México con su trombón y coros; y desde Tlapacoyan, Veracruz, Bruno, con Sax soprano y coros.
“Nuestra música es para echar la fiesta, música para gozar, convivir con los que están cerca”, describe. También es una música muy minuciosa en los detalles, una música de calidad.
En medio de la pandemia generada por el Covid-19, la agrupación busca mantener sus presentaciones para regenerar el tejido social y, sobre todo, que la música invada a las personas que dejaron de tener contacto social.
“La música es importante, es de regeneración del tejido social. Las situaciones que se han dado la gente no está conviviendo, no están acercándose tanto y en estos tiempos la música tendrá un papel muy importante”, afirma Chiney.