*La edificación hecha con coral de mar en el corazón de Veracruz, albergaba la fábrica de puros La Prueba; hoy es parte de la cotidianidad de una ciudad
Víctor M. Toriz
Veracruz.- Los esqueletos de coral incrustados en los cimientos y muros obligan a detenerse a todo aquel que camina por la avenida Miguel Hidalgo y la esquina de la calle Miguel Lerdo, en el centro histórico de la ciudad de Veracruz, para admirar el viejo edificio que se levanta en el lugar.
La blancura de la piedra múcara que contrasta con los tabiques rojos se distingue a la distancia, pero de cerca permite contemplar las texturas del mar que sirvieron para construir edificaciones como la antigua fábrica de puros La Prueba.
La fábrica se mantiene arraigada a la cotidianidad de oficinistas, empleados y comerciantes que tienen su centro de trabajo en el corazón del centro del puerto de Veracruz.
Pero al mismo tiempo, contemplar sus muros los hace detenerse y prolongar lo más posible su paso en la media cuadra ocupada por el edificio construido entre 1864 y 1870, de acuerdo con registros resguardados en el Archivo Histórico de la ciudad.
La historia del edificio lleva a Ramón Balsa, inmigrante de origen español que encontró la manera de vincular a Veracruz con uno de los productos más representativos de Cuba, luego de su influencia comercial en la isla del Caribe.
El empresario habría decidido establecer su negocio después de que un indígena chinanteco, de la región ubicada en los límites entre Veracruz y Oaxaca, ofreció en Los Portales de la ciudad una hoja de tabaco aromática y elástica, que permitiría competir con los habanos que para entonces ya eran reconocidos en el mundo.
La fábrica que construyó la empresa tabacalera Balsa Hermanos en el centro de la ciudad de Veracruz fue una de las más importantes del país y del continente, tanto que hoy en día y después de 30 años cerrada, sigue siendo admirada.
El edificio donde se manufacturaban los puros es muestra del imponente emporio que contaba con sucursales en Puebla y la Ciudad de México, y que se comercializaba en Europa, todo América Latina y los Estados Unidos.
El viejo edificio se levanta en dos pisos, la plata baja destinada a las oficinas administrativas en donde se cerraban negocios, se planeaban embarques y desembarques, se encontraban los almacenes y el área de empaque de los puros.
Mientas que el segundo piso se destinaba a la elaboración industrial de los famosos puros y cigarros veracruzanos que eran admirados en el mundo.
La fachada del viejo edificio no oculta las tres décadas sin uso y los 150 años en pie; de las ventanas superiores ya se asoman árboles que crecieron aferrados a la piedra de coral y sus grandes ventanales con barrotes de madera permiten asomarse a los pasillos iluminados con la luz natural que baña de blancura el interior.