*El cronista de la ciudad, Leonardo Zaleta Juárez rememora cómo se transformó un mirador natural en un punto emblemático de la mítica capital petrolera de México
Édgar Escamilla
Poza Rica, Ver.- Poza Rica cumple apenas 70 años como municipio libre, es un pueblo surgido a raíz de la explotación petrolera en el siglo pasado, fundada por obreros que llegaban de todas partes del país buscando las oportunidades de empleo que generaba el oro negro que brotaba de sus entrañas. A pesar de su corta vida, la ciudad está llena de anécdotas que detallan el origen de la cosmopolita ciudad.
A pesar que podría parecer que no hay mucho que encontrar en la ciudad, visitantes observan maravillados las instalaciones petroleras funcionando dentro del área urbana.
Uno de los lugares emblemáticos y parada obligada es el Parque de las Américas, un mirador natural transformado por la idea de un joven michoacano que, enamorado de una coatzinteca, se quedó a vivir y coadyuvó a la creación de espacios públicos.
Conversando con el cronista de la ciudad, Leonardo Zaleta Juárez, trae a la memoria la historia de José Guadalupe Madrigal Barragán, quien llegó al campo Palma Sola cuando tenía escasamente no más de 17 años, consiguiendo un contrato con la entonces compañía petrolera El Águila.
En el año 1929 la empresa decidió cerrar el campo, según se cuenta, por problemas en la bolsa de valores de Nueva York; sin embargo, a todo el personal le entregaron una carta para que tuvieran acceso a un nuevo contrato cuando se reiniciaran los trabajos.
Guadalupe no se quiso regresar a Michoacán, así que comenzó a dar clases en la escuela Enrique C. Rébsamen, del entonces ejido Poza de Cuero, hoy colonia Manuel Ávila Camacho. Tenía una excelente preparación, había estudiado en el Seminario Menor de Morelia.
En ese tiempo conoció a una bella joven coatzinteca, con quien se casó y formó un hogar. Cuando El Águila llega a instalarse a Poza Rica, Guadalupe se reincorpora y comienza a sobresalir entre sus compañeros. Para 1936 fue Secretario de la Sección 30, año en el que gracias a una reforma se amplía el periodo de representación, logrando ostentar el cargo durante un año.
Después vuelve a su trabajo al área de perforación y posteriormente a Transportes. En el ir y venir de llevar a las guardias a los pozos que había en el Cerro del Abuelo, lo mandan al pozo 55 donde deja a la cuadrilla y mientras esperaba el cambio caminó hacia lo alto del cerro.
Con cada visita al pozo 55 aprovechaba para regresar a aquel mirador natural, hasta que un día pensó que en ese lugar convendría construir un parque, empleando como vía de acceso la carretera que ya existía para llevar a los trabajadores. Desde aquel punto podía admirar el valle que formaba el río Cazones, los campos petroleros.
Haciendo honor a su labor como docente quiso colocar un asta bandera al centro, pero no era suficiente. En el contorno de la plaza instalaron astas de 12 metros de alto, en las que serían colocadas las banderas de los países latinoamericanos, mientras que la principal tenía 40 metros de alto; debía ser más alta que el asta que se encontraba en Iguala, Guerrero; la más alta hasta entonces.
Fue así que se le nombró parque de Las Américas, mientras la loma siguió conociéndose como el Cerro del Abuelo. En aquellos años, con sus laderas aún despobladas, se instaló el nombre de Poza Rica con letras monumentales, muy al estilo de Hollywood.
Cada 12 de octubre las banderas de los países latinoamericanos son izadas en lo alto del Cerro del Abuelo, teniendo al centro la bandera nacional. En diciembre de cada año se instalan tiras de luces verdes que forman un pino navideño. Este punto de la ciudad, junto con la lumbrera del quemador del Complejo Procesador de Gas, son observables desde cualquier lugar a la distancia y en un anuncio de que se aproxima uno a la mítica capital petrolera de México, Poza Rica.