*En la Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas, un grupo de ejidatarios se organizaron para crear el grupo Selva del Marinero, en honor al jabalí de labios blancos, y crearon “ecoturismo campesino”
Óscar Sánchez
Catemaco, Ver.- Conforme los rayos del sol se mueven lentamente, las sombras de la frondosa vegetación bailan sobre la tierra de uno de los últimos reductos de selva del norte de América.
Los sonidos de las aves y de mamíferos que se ocultan en enormes árboles y vegetación de la selva alta perennifolia en la Reserva de la Biosfera Los Tuxtlas, arropan a un grupo de campesinos que se convirtieron en una agrupación comunitaria de ecoturismo.
En honor al jabalí de labios blancos, conocido como marín, que habitaba en el cerro El Marinero, los lugareños de la selva de Los Tuxtlas se organizaron y se auto bautizaron como La Selva del Marinero para convertirse en protectores de su entorno, pero también en promotores turísticos.
Con diversos acuerdos ejidales y con apoyo del ecoturismo, encabezaron acciones para la conservación de la selva, como el registro y establecimiento de una servidumbre ecológica con una extensión de 125 hectáreas en el Cerro del Marinero.
Y entonces efectuaron el rescate de un escenario de extraordinaria biodiversidad: la selva alta perennifolia y el bosque mesófilo de montaña y crearon “ecoturismo campesino”.
Surgieron recorridos en las entrañas de la selva donde comparten su historia y lo que aprendieron de su entorno; crearon cabañas, rutas, talleres de educación ambiental y ofrecen a sus visitantes lo mejor de sus artesanías y gastronomía.
Un viaje a las entrañas de la naturaleza, con varios recorridos, entre ellos Senderismo interpretativo, con un caminar por la cascada el marinero, la cueva de los murièlagos, y la comunidad el marinero; las Caminatas por las pozas del río Coxcoapan, los tragones y el mirador del cerro el Marinero; la Observación de aves para pajareros principiantes y experimentados.
Los pobladores crearon también un taller gastronómico de malanga y un campamento en el Cerro del Marinero con ascensos que van desde los 186 metros sobre el nivel del mar hasta los 800 metros para escuchar sonidos, observar las luces de las estrellas y los cocuyos, así como percibir sensaciones en las oscuras noches.