*Cuatro chavales, con profundas raíces en el son jarocho, recorren las rancherías y pueblos, rindiendo tributo a los viejos e imprimen su propio sello
Édgar Ávila Pérez
Isla, Ver.- Los extensos cultivos de piña del llano veracruzano -donde el verde y amarillo crean una mirada única-, se inundan de una melodía con cadencia, ritmo, rapidez y armonía que llegan a todos los poros del cuerpo.
Una música alegre y con sabor recorre las rancherías y pueblos evocando y rindiendo tributo a los viejos del Son Jarocho. Cuatro chavales, desde lo profundo de Villa Azueta y Ciudad Isla, tocan con pasión los acordes del Buscapiés, uno de los sones de tarima más potentes.
Que bonita está la luna
Y el cielo lleno de estrellas
Es tan grande mi fortuna
Que de entre todas aquellas
No sé compara ninguna
Porque tú eres la más bella
Las notas musicales y la voz resuenan en la región llanera de la mano de Piña Madura, un grupo que en sus entrañas y en su sangre cuentan con estirpe de soneros, de esa estirpe que sólo la heredan los abuelos y padres
Sus cuatro integrantes, una nueva generación que no sobrepasan los 31 años. Dahir Alejandro Román Cobos con 25 años toca el requinto; Ignacio Alfonso Mauleón de 31 años y la jarana primera y tercera son su pasión; Elida Medrano Mauleón, una mujer cuenqueña de 29 años que además de acariciar la jarana segunda, es el centro del zapateado; y Mario Alfonso Ramos Rincón de tan sólo 20 y cargando la jarana tercera.
Nacieron en cuna de soneros, por eso desde el 2018 formaron la agrupación que recorre los territorios de la piña.
“Nos gusta tocar más en rancherías y siempre que nos presentamos sentimos muy bonito, porque de cierta manera seguimos preservando el Son”, afirma el director de la agrupación Mario Alfonso.
En su memoria aparecen -describe- unos “viejones” a caballo recorriendo rancherías del sotavento veracruzano y tocando el Son Jarocho, en un pasado en el que ahora ellos se miran.
“Ahora años después somos nosotros y no nos comparamos pero cómo van cambiando los tiempos, seguramente cuando nosotros seamos mayores ya les tocará a otros relevarnos”, dice.
Sus pasos los han llevado lo mismo a San Antonio, San Jerónimo, Las Cadenas, El Café, La Esperanza del municipio de José Azueta que en El Corte, El Tesoro, Mazoco, Macaya, Solerilla, Palo Blanco en las profundidades de la región de Ciudad Isla e incluso en las demarcaciones de Playa Vicente, Cosamaloapan, Veracruz, Córdoba, Loma Bonita y Tlacotalpan.
Describir el linaje sonero de los cuatro integrantes es entrar a un mundo de abuelas, abuelos y padres y madres, lo mismo bailando que tocando la jarana y recitando versos a diestra y siniestra.
Por toda la región piñera, desde Rodríguez Clara hasta Loma Bonita, impregnan el ambiente de un son con las tonalidades de sus pueblos y rinden tributo a grandes maestros de la zona como Macario Alfonso y Quintiliano Durán.
“Sentimos mucha alegría y emoción porque nos buscan y nos siguen contemplando y pues siempre he dicho que el regalo es tocar con la gente mayor y nos interesa mejorar, compartir y documentar un poco”, dice.
Mario Alfonso recuerda que en cada región se toca de manera distinta el Son Jarocho y entonces habla con pasión del Do, Si bemol, Sol y Fa: “Tratamos de apegarnos al estilo que se toca acá, tratamos de tocar los sones en las tonalidades y afinaciones de acá”, afirma.
Y como una piña madura, poco a poco van madurando con su música, una música alegre que -afirma- es un reflejo de su gusto por el son, en una mezcla “de lo que trae cada uno de nosotros”.