“Malecón”, pasarela multicultural

*En la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río, la joya de la corona turística, los 14 kilómetros del “malecón” son una pasarela multicultural con enormes buques cargueros, glorias, palapas, yates y populosas canchas de fútbol

Óscar Sánchez

Veracruz, Ver.- La brisa del mar golpea continuamente el rostro que se refresca de los incesantes rayos del sol. Caminar al costado del mar es adentrarse a un mundo que mira al pasado y al presente como si fuera uno mismo.

Los 14 kilómetros de rompeolas de dos ciudades, tan opuestas y tan cercanas a la vez, significan un respiro de salitre que exhala vida, una vida que huele a antiguo y que transpira modernidad.

Una verdadera pasarela multicultural a lo largo del serpenteante malecón y bulevar de una antigua ciudad amurallada, como lo fue el puerto de Veracruz; y una urbe que camina hacia el futuro con una poderosa industria turística, con hoteles y antros de primer nivel como lo es Boca del Río.

Para los jarochos de hueso colorado el malecón solo es la parte donde converge El Faro Venustiano Carranza y la Torre de Pemex y el bulevar es el resto del camino hasta Boca del Río, en una ventana al mundo.

Para los fuereños el Malecón es todo, desde los saca monedas que se lanzan a las aguas al lado de enormes buques cargueros, las dulcísimas Glorias, las palapas con su caos y olores a mariscos y aceite quemado, hasta las imágenes de modernos yates que conviven con las canchas del populoso fútbol y mujeres y hombres en patines o bicicleta.

El malecón, aquel que incluye hasta el bulevar, es un punto de encuentro de la población jarocha, desde aquellos quienes tienen sus orígenes en la ciudad, hasta los que migraron y visitan la ciudad, sin ninguna restricción económica o social.

Y es ahí donde convergen todos, en amaneceres rojizos y noches estrelladas, con un cambio gradual en sus edificios que van desde los más antiguos de la ciudad de Veracruz, esa con estirpe española, a los más modernos de la zona conurbada de Boca del Río, aquella pueblerina que ahora brilla con luz propia.

Ver el mar con su Isla recuerda la maravilla de mundo que se habita. La zona de hoteles, edificios y restaurantes donde antes era médanos, con sus deportistas y movimiento constante; luego el olor a cañería que para muchos huele a su tierra.

La famosa Playa Martí, con los cuerpos sudados y negros de tanto sol que jamás paran de jugar al fútbol y empinar el codo con una buena cerveza; la zona del Acuario, con sus vendedores ambulantes, palapas y olores a mariscos.

Y la Plaza del Migrante, una evocación a la Guerra Civil española y a los barcos repletos de gente que buscaban huir de la violencia y hacer una nueva vida en una tierra que les abrió las puertas como hermanos.

El Malecón del Veracruz histórico, donde la niñez de miles se paseó por el mítico Café La Parroquia, El Faro Venustiano Carranza, la Casa Naval, los barcos remolcadores y a lo lejos San Juan de Ulúa.

 

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