*La nieve de coco se ha convertido en un emblema del lugar, con su veintena de productores; los viajeros encuentran a su paso pequeños puestos con botes
Ángel Cortés Romero
Lerdo de Tejada, Ver.- Las manos de Miguel Ángel revuelven con una paleta trozos de hielo, coco y sal dentro de una garrafa de fibra de vidrio donde se fusiona un manjar helado y cremoso, pretexto perfecto para una parada refrescante a orillas de la carretera.
En aquel camino que parte a un pueblo que vive de una dulce industria, los viajeros encuentran a su paso pequeños puestos con botes que guardan dentro bocados que refrescan el cuerpo en medio de los más de 30 grados de temperatura que impactan en aquella zona de cañaverales.
La textura cremosa, el sabor dulcísimo y el toque especial de una fruta redonda, blanca como la nieve, que nace en las copas de palmeras que adornan al pueblo, son el pretexto perfecto para que los conductores se detengan por un momento en Lerdo de Tejada.
A lo largo de la carretera federal, que a la vez es la calle principal de Lerdo, los puestos pintados de rojo y amarillo se anuncian con los sabores de las nieves que junto con la caña de azúcar son el motor de una ciudad en la que sólo se está de paso.
En Lerdo hay al menos una veintena de productores de la tradicional nieve de coco que se vende a ambos lados de la carretera federal 180, desde donde aún se observan las torres del Ingenio San Francisco, extinta industria azucarera, otrora motor de ese lugar que es punto medio entre el puerto de Veracruz y Los Tuxtlas.
Miguel Ángel Reyes se levanta de su asiento para abrir una garrafa de fibra de vidrio. Sería de madera si la nieve no se derritiera fácilmente. Con su mano la paleta y remueve el interior para servirla en un vaso de unicel. De 20, 25 o 35 pesos. De litro o de medio. Lo que el cliente pide.
Es uno de los pocos productores que hacen la nieve de coco de manera artesanal. A diferencia de él, la mayor parte de los vendedores preparan el helado con máquinas. Miguel prefiere adornar el proceso de preparación con sus manos.
Diariamente produce 51 litros de nieve paleteando un montón de trozos de hielo, el jugo del coco y la sal que termina dándole consistencia al producto. También hay nieves de queso, guanábana, limón y café. La favorita de los viajeros: la de la fruta de verde casco y blanco corazón.
“Vendemos todo el año, así esté lloviendo o tronando aquí estamos”, dice Miguel.
Para el calor de abril y mayo no hay nada como una nieve de coco en Lerdo. Sin empalagar con su dulce sabor al que la disfruta, su textura fresca y cremosa refresca la garganta, entume los dientes, enfría el cuerpo, arranca una sonrisa.
“Está rica, me llevó un litro”, le dice un automovilista a Miguel. Satisfecha le coloca coco rayado a la nieve. Es el último golpe de sabor ese cremoso manjar.