*El Muro de Pescadores en el puerto de Veracruz es una cita obligada diariamente y ver a los hombres de la mar preparan sus redes y anzuelos para subir a las orillas ancladas a cada lado del muelle
Ángel Cortés Romero
Veracruz, Ver.- La copa de un árbol da sombra a un par de pescadores que se refrescan con el viento que corre por el bulevar mientras una lancha que se avista a lo lejos se acerca a un muelle rodeado de viejas embarcaciones bañadas por sal.
El grupo de pescadores desembarca en el muelle con una red cargada de ejemplares de sierra, peto, huachinango y otras especies que pescaron dentro de un mar impetuoso por las lluvias de junio.
La pesca no fue la esperada después de una larga estancia de siete horas entre las aguas veracruzanas, pero los hombres venidos del mar conservan el temple y la alegría que caracteriza los pescadores de Veracruz.
El Muelle Ricardo Fontes Acosta, mejor conocido como el Muro de Pescadores, es el punto de reunión de más de 150 hombres que cada madrugada llegan a aquel reducto del bulevar Manuel Ávila Camacho para aventurarse a la pesca.
La vida en el Muro de Pescadores es una cita obligada diariamente para Fernando García, quien desde hace 55 años observa la evolución de la pesca en aquel muelle que simula ser un pueblo pequeño en medio de una conurbación.
Antes de que el sol ilumine con sus primeros rayos al puerto de Veracruz, Fernando y sus compañeros preparan sus redes y anzuelos para subir a las orillas ancladas a cada lado del muelle que parece estar amurallado por el edificio de la Escuela Náutica Mercante, fundada en 1919.
El ruido del motor de las lanchas termina por arrebatarle el sueño a los pescadores que, encomendados a una fuerza suprema, parten desde el muelle hacia el mar con la esperanza de que la pesca sea abundante para volver a pisar el suelo jarocho con las redes llenas.
Los días en el muelle de los pescadores hacen pensar que, como en Guanajuato, no vale nada la vida, la vida no vale nada, pero la convivencia y la camaradería formada entre unos y otros lo convierten en un monumento a la fraternidad.
Aquel muelle nunca está vacío, jamás tiene calma, el ruido de los automóviles que circulan por el bulevar y el bullicio de los pescadores que esperan a sus compañeros en tierra rompen toda armonía.
La inmensidad azul oxida las coloridas embarcaciones en aquel viejo malecón cubierto bajo un cielo resplandeciente… Bromas, risas, albures, lamentos y llantos también son parte del escenario donde los pescadores son protagonistas.
En medio de la algarabía de aquellos hombres forjados durante años en el mar de Veracruz, a veces parsimonioso, otras vehemente, el muelle de los pescadores parece contar por sí sólo cientos de historias de pesca.
Aquellas anécdotas se extinguen en los ojos de Fernando García, quien a sus 65 años ve la vida pasar en aquel muelle en el que ya solo los viejos pescadores rescatan una actividad que poco a poco se pierde en Veracruz.