*Por las principales calles de Oteapan, se puede ver el rostro pintado a mano de Bernardina Francisco Hernández, alfarera, partera y un ícono de la cultura popular del sur veracruzano
Nadia Carrión
Oteapan, Ver.- A los once años de edad tuvo su primer encuentro con el barro, sin imaginar que se convertiría en su sustento; su abuela le enseñó el oficio de la alfarería.
Creando enseres y artilugios domésticos, Bernardina Francisco Hernández recuerda con cariño los primeros perros, cochinos, tortugas, venados, conejos, floreros, cántaros y jarras que creó con la supervisión de su abuela, quien la crió y enseñó cómo ganarse la vida.
La tía Bernardina, como se le conoce en su natal Oteapan, es un ícono de la cultura, conocimiento y raíces a sus 86 años de edad. Por las principales calles de Oteapan, se puede ver el rostro pintado a mano de la tía Bernardina, plasmado en paredes, cómo un reconocimiento en vida.
Pasa sus días tranquilamente en un amplio y fresco terreno rodeada de árboles que sembró; las ramas rodean su taller hecho de barro, usualmente lleno de leña.
Sus manos poseen una gran habilidad para moldear el barro manteniendo con vida los conocimientos ancestrales; tiene 75 años trabajando la alfarería, logrando que más miembros de su familia se involucren en el proceso.
Bernardina busca el barro y la arena que va a ocupar para la creación de sus piezas. Cuenta que en ocasiones es un poco difícil encontrarlo, hay personas que lo tienen en su casas pero desconocen que es útil para el arte.
“El barro se escarba, se junta como pelota, como si fuera una pieza de pan, se golpea y se remoja, y un día te pones a amasar y amasar”, describe.
El proceso para la creación de las piezas inicia cuando ponen el barro en una cubeta con agua, puede ser barro rojo o negro; lo deja durante tres días, golpea el barro para que afloje y se extienda. Al cuarto día la tía Bernardina hace su magia, saca el barro y lo amasa con sus arrugadas manos por el paso de los años.
Cuando logra que el barro tome la consistencia adecuada le empieza a dar forma, lo talla sobre madera, se apoya de un trapo para los detalles.
“Hago cántaros para tomar agua, cántaros grandes, el problema es la leña, el lodo lo traigo de a poquito”, explica.
En esta temporada de lluvia, tardan más en secar sus piezas, hasta una semana, mientras que las piezas de tres a cuatro horas en el horno, dependiendo su tamaño en.
“El barro se escarba, se junta como pelota, como si fuera una pieza de pan, se golpea y se remoja, y un día te pones a amasar y amasar”.
Sus arrugadas y fuertes manos no tan solo le han dado vida a piezas de barro, durante más de cuarenta años han ayudado a traer pequeños humanos al mundo.
Descubrió el oficio de partera cuando asistió a una de sus sobrinas, y desde entonces ha traído al mundo a más de veinte nietos.
Todavía conserva algunas fotografías que le han regalado asistiendo partos, ya perdió la cuenta de cuántos niños ha visto nacer.
“Ya que nació tienes que alistarlo, lo limpias con algodón, le echas agua para limpiar su ombliguito, lo bañas y pides ropa limpia”.
La tía Bernardina ya no asiste en partos por problemas en la vista, pero aún le permite realizar la alfarería y ayuda a los pobladores a colocar sus huesos cuando presentan algún problema y realiza un té curativo para las hemorroides.