*En el territorio totonaca suman diez centros ceremoniales abiertos al público, pero cientos permanecen bajo el resguardo de la tierra y maleza; por ejemplo, muy cerca de Coxquihui, en medio de milpas, una serie de montículos un asentamiento totonaca
Édgar Escamilla
Poza Rica, Ver.- Precisar el número de vestigios arqueológicos dispersos a lo largo y ancho de Veracruz es hasta el momento imposible, pese a los estudios en campo realizados por arqueólogos independientes y de parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
A la fecha son 10 los centros ceremoniales abiertos al público, mientras cientos más permanecen aún bajo la tierra resguardando los tesoros de las culturas mesoamericanas.
Los “tesoros” no son artefactos de oro o piedras preciosas, pero sí vestigios de los estilos de vida que desarrollaron nuestros pueblos originarios, su arquitectura, cultura, tradiciones.
En el andar aventurero, nos hemos topado con gran cantidad de lugares en los que se aprecian montículos vestigios de civilizaciones pasadas.
Muy cerca de la cabecera municipal de Coxquihui, en las inmediaciones de la comunidad Chihuixcruz o Chiwíxkrus, en medio de milpas, una serie de montículos bien definidos que dan muestra de la existencia de lo que fuera un asentamiento totonaca.
Usualmente, este tipo de asentamientos prehispánicos se ubicaban cerca de cuerpos de agua para el abastecimiento de la población. En este caso, después de caminar por un largo sendero entre milpas, un arroyuelo que delimitaba los montículos.
A la orilla del afluente se puede apreciar que sigue siendo utilizado por los pobladores para lavar sus ropas, empleando algunas de las lajas que formaban parte de los basamentos piramidales.
El resto de las estructuras se observan severamente deterioradas por el paso del tiempo; las raíces de los árboles han debilitado las paredes y en otros casos, son estas mismas las que han ayudado a mantener las piedras en su lugar.
En el lugar un monolito con dos petroglifos de forma rectangular, en los que se aprecian las órbitas oculares, nariz, bocas y los carrillos.
En el suelo y entre las matas de maíz, se observan tiestos de diversos tamaños, que dan muestra de las actividades humanas en el centro ceremonial.
Veracruz es muy rico en este tipo de vestigios; en las comunidades, los pobladores suelen recuperar figurillas de piedra y barro al momento de arar la tierra, como ocurrió recientemente en Álamo, done fue desenterrado el monolito al que nombraron “La doncella de Amajac”.