*Con 62 años ejerciendo de sastre en la ciudad de Córdoba, Jorge Martínez Rodríguez mantiene las puntadas para evitar la extinción del oficio
Miguel Ángel Contreras Mauss
Córdoba, Ver.- Las arrugadas manos de
Jorge Martínez Rodríguez cortan y tejen telas con una rapidez y maestría sorprendentes.
En una de las escasas sastrerías que se mantienen vigentes, el hombre sostiene una profesión cada vez más olvidada por las nuevas generaciones.
Mientras repara un pantalón, sentado en una vieja máquina de coser, el sastrero hace un recuento de sus 62 años en el oficio.
En aquel 1960, cuando se nacionalizaba la industria eléctrica y los restos de Francisco I. Madero eran trasladados al Monumento a la Revolución, Jorge abandonaba su pasión por la carpintería.
“Desde pequeño quise ser carpintero, mi padre me llevó con uno para aprender, pero se negó a enseñarme el oficio diciendo que él no iba a enseñarle a otro para que le quitará el trabajo”, recuerda.
Sus ágiles manos dan puntadas en el pantalón y sus pies aprietan una y otra vez la máquina de coser; y su mente evica a su mamá, quien le preguntó si no le gustaría ser sastre.
Era un oficio que también le gustaba y fue así como inició con su patrón, el ya extinto Rolando Niño Ortiz.
“En Confecciones Ortiz fue mi primer empleo, a los 16 años de edad, aunque el oficio no se enseña se aprende viendo”, afirma, con orgullo.
Trabajó con Rolando Niño Ortiz hasta 1976 y se independizó, tuvo mucho trabajo y logró tener bajo su mando trabajadores.
“A mí me ha dado grandes satisfacciones me gusta mucho mi trabajo. Gracias a Dios y a este oficio pude darle estudio a mis hijos y hoy son profesionistas. Yo sigo tragando porque me gusta”, cuenta.
A sus 78 años de edad, es consciente que más adelante la vista no le ayudará y tendrá que retirarse, pero por ahora mantendrá su amor por el hilo y la aguja.
“Solo estamos mi mujer y yo, son pocos los gastos y lo hago porque me gusta”, comenta.
Con la voz entrecortada, expresa que hoy en día el oficio está a punto de desaparecer, porque los hombres y sobre todo los jóvenes desairan aprender la sastrería y la moda impone en su mayoría los pantalones de mezclilla.
En la época de los 60, los pantalones eran pegados y cortos; se tenía que ver el calcetín, luego en los 70, era acampanado y posteriormente el pantalón de pinzas, sin embargo, hoy en día muchos lo sustituyen por el de mezclilla.
“En la sastrería casi nos dedicamos a la reparación de los pantalones nuevos o usados, en el argot de la sastrería se llaman gallos a quien lo hace, se le dice gallero”, dice.
Para que el oficio no se pierda, invitó a los jóvenes a aprender y tener gusto por la sastrería.