Coatzacoalcos, atardeceres con pelícanos

*En el malecón del antiguo Puerto México, con un pasado indígena y español, las glorias, raspados y frutas de temporada, conviven con los esquites y elotes, en una ciudad de contrastes

Nadia Carrión

Coatzacoalcos, Ver.- A lo largo de los casi cinco kilómetros del malecón, es habitual observar las figuras de los pescadores aficionados y no tan aficionados, cubiertos por la luz del centelleante sol, en un puerto con pasado indígena y español.

En la puerta del Istmo de Tehuantepec, un sitio donde la cultura olmeca vivió su mayor esplendor, llamado antiguamente como “lugar donde se esconde la serpiente”, según la lengua náhuatl, y luego bautizado s como Puerto México.

Mujeres y hombres recorren diariamente, enfundados en sus tenis y sus pans, el malecón costero del puerto de Coatzacoalcos, con sus amaneceres y atardeceres de ensueño, dignos de una postal.

En las escolleras de uno de los puntos neurálgicos de la industria petrolera y  la actividad mercante, es común escuchar el golpeteo de las olas que llegan a alcanzar hasta los cinco metros de altura, un hermoso espectáculo y una imagen que se repite constantemente.

Las glorias, raspados y frutas de temporada, de la llamada también Puerta del Sureste, conviven con los esquites y elotes que se ofrecen en el lugar, como una estampa del México antiguo, con una variante: los puestos de cocos, con su  agua fría y su “masita o carne, bañados en una salsa roja.

Los enormes pelicanos se pasean por las docenas de lanchas de pescadores y es común ver a las aves desde la los ventanales de restaurantes que ofrecen la exquisita minilla enchipotlada y los camarones al mojo de ajo.

Su diversidad de playas y restaurantes de mariscos de alta calidad, permiten vivir la experiencia completa de disfrutar de la costa del Golfo de México, una región donde una antigua leyenda cuenta que en el año 947, Quetzalcóatl llegó a esta ciudad y abordo de una balsa navegó a través del río hasta perderse en el horizonte bajo promesa de regresar un día.

En las aguas dulces y saladas, es común ver grandes barcos, además observar a lo lejos la serpenteante humareda de los complejos petroquímicos, orgullo de Coatzacoalcos y de una Nación.

Por las antiguas calles, se recuerda aquel 1520, cuando después de la toma de Tenochtitlán, Hernán Cortés ordenó poblar esta región; y, por supuesto, el año 1900, cuando  el pueblo de Coatzacoalcos fue elevado a la categoría de villa con el nombre de Puerto México.

En las profundidades del mar aún se observa, como parte de un atractivo más, Topeka”, un barco comercial colombiano que en 1983, encalló en las playas de la congregación de Colorado.

Cuentan los pobladores y pescadores que gracias a la embarcación, se agarra buena pesca porque se convirtió en un arrecife y ahora es un nido de diversas especies marinas.

 

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