*En la comunidad costera de Mandinga del municipio de Alvarado, hay mil 400 habitantes, de los cuales 120 se dedican a la pesca de ostiones y una gran variedad de peces que la laguna les provee; un manjar que a cientos gusta
Inés Tabal G
Alvarado, Ver.- El sonido de las aves y el golpeteo del agua contra las rocas se pierden con el ruido que el cuchillo de Juan hace al chocar contra la concha de un ostión. El pescador clava una y otra vez su filosa herramienta para quitar cualquier suciedad que se le haya pegado al molusco.
A su costado, permanece en calma el agua de la Laguna de Mandinga, el viento trae pequeños fragmentos de gotas que tocan tu rostro para refrescarte del día caluroso que hace en esta pequeña localidad, ubicada a 20 minutos del puerto de Veracruz.
En esta comunidad costera del municipio Alvarado hay mil 400 habitantes, de esta cantidad 120 personas se dedican a la pesca de ostiones y una gran variedad de peces que la laguna les provee.
Cada mañana, tarde, noche y madrugada los pescadores salen a buscar el sustento para su familia, entre los cuales está Juan y su hijo.
Juan no nació en Mandinga, pero este pueblo ha sido su hogar durante 48 años. Aquí creció, aprendió las artes de la pesca y formó una familia.
El hombre de aspecto huraño y que porta un sombrero amplio que apenas deja ver su rostro, llegó a vivir a este lugar cuando apenas era un niño de cuatro años.
“Yo comencé en esto de la pesca como a los 15 o 14 años, lo agarrábamos como un pasatiempo, como diversión nada más, ya después al paso de los años se volvió una necesidad para trabajar y así fue como empezamos”, cuenta Juan con un acento costeño remarcado.
Con el paso de los años aprendió el arte de “cultivar ostiones”, una actividad que no se hace en la tierra, pero si en el mar.
Para eso los pescadores de ostiones deben de encontrar un espacio adecuado en medio de la laguna. Estas partes son las zonas donde hay canales profundos, dejan la larva del molusco que viene pegada a la concha para que se reproduzca.
El tiempo adecuado que deben de esperar los pescadores para que el ostión llegue a su madurez es aproximadamente un año, en ese tiempo alcanza las medidas suficientes para venderlo a un buen precio.
“Algunos lo sacan del mar cuando apenas tiene cinco centímetros, ahí ya está comestible, pero se recomienda que se saque cuando ya tenga sus siete u ocho centímetros que es una buena medida para comercializar”, añade.
Después de haber cumplido ese tiempo los pescadores deben de sumergirse a una profundidad de entre tres y cinco metros para sacarlos en unos costales y llevarlos hasta la orilla donde comienza el proceso de limpiado.
Ahí los pescadores retiran las larvas que trae la concha del ostión, para después arrojarlas en el mismo lugar de donde fueron sacadas y así vuelva a iniciar el ciclo.
Todo este producto se va directo a la cooperativa pesquera de la que son parte para su venta en el Mercado de Pescadería o, cuando la captura es poca, ellos salen a las playas de Veracruz para venderlo como aperitivo para los turistas.