Carolina Miranda
Tamiahua, Ver.- A un costado de una extensa laguna costera, un pueblo pescador, con profundas raíces africanas e indígenas, la náhuatl y huasteca, con bellezas naturales inigualables.
“Lugar de mucha agua”, como se le conoce en la lengua antigua a Tamiahua, también es un espacio para “las flores de maíz de la tierra” en la huasteca alta de Veracruz.
En la extensa laguna, apenas separada del Golfo de México por una barrera natural, mientras una lancha navega y lleva turismo a la Isla Bobos; otras lanzan las redes para sacar el ostión, producto estrella del lugar, conocido como la capital del marisco.
Caminar en sus andadores que llevan a la laguna -la tercera más grande de México con sus 85 kilómetros de largo y 18 de ancho-, mientras corre un poco de viento, nos devuelve la calma y aleja de la ajetreada rutina de la ciudad, con el pesado tránsito y el claxon a todo lo que da.
Aquí se respira a sal y se transpira sudor del intenso calor, que aminora cuando se aprecia la belleza de la laguna, se observan las aves surcando el cielo y con una fría bebida en la mano.
Las trampas de camarón, la zona de manglares, los viveros de ostiones, el canal de Tamiahua, El estero, el túnel de manglares y la comunidad de pescadores de barra de corazones son un deleite para propios y extraños.