El tesoro culinario popular

*En el interior de unas canastas colocadas en el Parque Juárez de la capital veracruzana, un viaje a la cocina de mamá, con tacos dorados de papa y pollo, longaniza, milanesas, chiles rellenos, tortas de vena…

Javier Salas Hernández

Xalapa, Ver. –  Los primeros halos de luz anuncian la pronta llegada de las tradicionales Canastas Básicas, repletas de una gran variedad culinaria casera, la que se prepara en una cocina común, una casa común y por una persona común; la que no se sirve en vajilla fina, sino en una tortilla de máquina y en un simple pedazo de papel estraza.

El desayuno que no se prepara con aceite de linaza, de sésamo o de girasol, quizá, tal vez, con puro aceite Patrona; ese que no se acompaña con un jugo verde, betabel, zanahoria, papaya con sábila, vaya, ni siquiera con café, salvo en la temporada invernal, sino ese desayuno que baja menor con una coca o una manzanita de 600 mililitros.

Ah, pero qué exquisito sabor que nada le pide a la gastronomía que ofrecen los restaurantes de los alrededores.

De pronto, decenas de palomas descienden de los árboles, saben que empiezan a llegar los primeros clientes. Se han vuelto perezosas, ya no buscan por cuenta propia su alimento, solo esperan que un alma caritativa les convide para alimentar su regordeta figura.

Cada mañana, de lunes a viernes, por muchos años, el ala derecha del Parque Juárez aguarda sigilosamente a las canastas básicas que llevan en su interior, tapadas con grandes servilletas de tela, un tesoro culinario popular.

Tacos dorados de papa y de pollo, longaniza, milanesas, chiles rellenos, tortas de vena y de carne. Salsa de chicharrón, carnitas, salsa de puerco en chile seco, huevos hervidos, huevo con ejotes, salsa de huevo. Sin faltar las tradicionales tortas al gusto del cliente.

Las salsas y los aderezos están presentes, pero no son de zanahoria o de alioli sin huevo o un pesto de perejil y ajo, ¡no!, es guacamole picoso, salva verde de chile serrano con aguacate, salsa roja, mayonesa, queso, frijoles licuados, arroz rojo y pico de gallo.

Da lo mismo comer parado que sentado, la comida baja igual, lo mismo que un taco dorado con queso rallado, mayonesa y salsa, que un taco de longaniza con frijoles y salsa o pico de gallo.

A las palomas tampoco les importa si el comensal está sentado o parado, acechan a que alguien desmorone un pedazo de tortilla para aventarlo y disfrutar de un festín que alimenta sus regordetes cuerpos.

Por muchos años, empleados del Palacio de Gobierno, del Palacio Municipal y de los comercios aledaños, así como visitantes o los propios avecindados –quienes temprano acuden a realizar algún trámite en una dependencia, al igual que las palomas-, son los clientes asiduos que, sin desfalcar tanto sus bolsillos, desayunan en las tradicionales canastas básicas.

Algunos comen ahí y otros surten pedidos para sus compañeros. Si bien es cierto que la comida servida en una buena vajilla se ve bien, aquí la comida se disfruta de otra manera.

 

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