La infancia de Cri Cri

*Las siluetas de “El Ratón Vaquero”, “La Abuelita”, “La Patita”, “El Negrito Sandía” y “La Hormiguita con su Paraguas”, resguardan una sencilla vivienda en Orizaba, hogar del niño Francisco Gabilondo

Miguel Ángel Contreras Mauss

Orizaba, Ver.- La figura con colores en tonos pastel de un ratón vaquero, con su sombrero y sus dos pistolas desenfundadas, sonríe socarronamente; la efigie de una abuelita con su delantal y una antigua llave en la mano, mira a los transeúntes de manera bonachona.

A la simpática dupla, la acompañan una hormiguita orgullosa con su vestido rojo y su paraguas; una patita que va al mercado, con su canasta, a comprar todas las cosas del mandado; y un negrito (palabra que hoy es impensable) muy bailarín.

Sobre una de las calles de la ciudad de Orizaba, un Pueblo Mágico de las montañas veracruzanas, un espacio donde se juntaron cinco personajes a recordar viejas andanzas de una época pasada.

Las siluetas de “El Ratón Vaquero”, “La Abuelita”, “La Patita”, “El Negrito Sandía” y “La Hormiguita con su Paraguas”, evocan la nostalgia de aquellos días felices y nos transportan a las casas de padres y abuelos donde sonaban las canciones de Cri Cri en los tocadiscos y en las estaciones de radio.

Orizaba, una pintoresca ciudad en el corazón de Veracruz, guarda un tesoro cultural que ha dejado una huella imborrable en la memoria de adultos y jóvenes por igual: la casa del compositor infantil Francisco Gabilondo Soler, conocido cariñosamente como “Cri-Cri”.

Ubicada en la calle Oriente 3 del centro de la ciudad, Cri número 104, la casa  es un verdadero refugio de la infancia. Aquí, el genio musical jugó en sus primeros 12 años. Su legado perdura en las inmortales canciones y personajes que adornan sus afueras: “El Ratón Vaquero”, “La Abuelita”, “La Patita”, “El Negrito Sandía” y “La Hormiguita con su Paraguas”.

Una joya arquitectónica, una casona de estilo colonial restaurada con esmero para preservar su encanto original. Aunque no es posible acceder a su interior, a las afueras, en el patio, se regodean de contentos algunos de los personajes emblema de Cri Cri.

“En esta casa nació un 6 de octubre de 1907 FRANCISCO GABILONDO CRI CRI”, se lee en una placa de acero colocada en la sencilla vivienda. Un lugar de encuentro entre el pasado y el presente, una oda a la infancia y un tributo eterno a la música que nunca envejece.

Cuando se pasa al lado de esos personajes, en la mente de muchas mujeres y hombres, surgen de manera natural melodías: La patita / De canasta y con reboso de bolita / Va al mercado /  A comprar todas las cosas del mandado.

Cuando observan a ese ratón vaquero, también surge una canción conocida para los mayores: El ratón vaquero saco sus pistolas /  Se inclinó el sombrero y me dijo a solas / What the heck is this house /  For a manly cowboy mouse.

 

 

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