El café de la histórica Hacienda de Pacho

*Una mezcla con aroma a nuez y chocolate que lleva en sus entrañas un pasado español y portugués surgió desde la Hacienda de Nuestra Señora de los Remedios, que resiste el tiempo en la comunidad de Pacho Nuevo en Coatepec

Édgar Ávila Pérez

Coatepec, Ver.- Imaginen, sólo por un instante, estar inmóviles en medio de un patio de una poderosa construcción con remanentes de los siglos XIV y XVII; escuchar el motor de una maquinita en color rojo que tritura, sin descanso, granos de café tostados y, de pronto, percibir que el aroma del grano inunda el sitio y a uno mismo.

Sigan imaginándose rodeados de plantas y flores, de portones de reja maciza, puertas de madera añosas e imágenes de los antiguos moradores de la Hacienda de Nuestra Señora de los Remedios y ahí, en ese lugar de raíces españolas y portuguesas, distinguir un aroma a nuez y chocolate que emana de aquel fruto convertido en polvo.

Ese aroma que celebran, ahí metidos en las entrañas de la portentosa estructura de la “Hacienda Pacho”, nos arrebata y nos conduce a una herencia de bisabuelos, abuelos y padres que amaban la tierra mojada de Coatepec, una región de montañas y neblinas con granos rojos.

Jamás dejemos de imaginar y veamos a una mujer menudita y de piel blanca como las nubes, acariciar ese polvo, llevarlo a una bolsa de papel y observar como su mente viaja al lado de sus abuelos que sembraban café Arábigo, Típica, Borbón y Garnica.

Ella, Marisa Moolick Gutiérrez, así se llama la mujer menudita de piel blanca y, le agregaría, de una calidez sorprendente, rememora como la variedad de Borbón y Garnica dejaron de sembrarse poco a poco gracias a la roya, una plaga que ataca a las verdes plantas; y como la Marsellesa se convirtió en la favorita de los amantes de la bebida.

Así como resguarda con amor, paciencia y delicadeza la estructura de hornos, paredones, puentes, capilla española y un acueducto, réplica de los ubicados en Madeira, Portugal, conserva la herencia cafetalera de sus antepasados.

El aroma a nuez y chocolate que invadió todos los rincones de la estructura y los poros de la piel surgieron de una mezcla de café Marsellesa y Sarchimor, una que ama Marisa. Sin duda, una que además aprecian Jacobito, Lola, Teté, Taquito, Morgana, Gordis, Trident (tripie), Benito (por Benito Pérez Galdó), Horacio, Alberto (en honor al abuelo), Tamara y Lyra, su manada de doce perros que jamás se les despegan, como muéganos.

“Me siento feliz, es cierto que hay cafés que son afrutados, florales y cítricos, pero las notas de mi café son nuez y chocolate, para mí es un placer extraordinario, porque son las notas que me gustan”, dice con el rostro iluminado de éxtasis, ese delirio que genera un sorbo en la boca.

Desde la Hacienda Pacho, que en 1592 fue registrada oficialmente en el Archivo Notarial de Xalapa como un ingenio de caña de azúcar en la Nueva España, escuchó a los mayores de la población, entendió cuándo sembrar, el proceso de podas, cuándo cortar y entendió el conocimiento profundo y tradicional de la siembra, corte y procesamiento del café.

“El café es una herencia de los bisabuelos y abuelos, de mi mamá y ahora mía, pero ante todo es una herencia regional de un quehacer campesino que ha distinguido a la zona desde hace muchísimo tiempo”, aclara y ajusta la realidad de su creación.

Marisa, tataranieta de José Julián Gutiérrez y Damiana Hidalgo, miembro de una familia de comerciantes del puerto de Veracruz que tenían dos generaciones en la Nueva España y que adquirieron la propiedad en 1840, creó, para regocijo de muchos, el café “Hacienda de Pacho”.

Y desde este monumento histórico, en el casco con el mayor número de elementos que narran la historia agrícola, industrial, económica, laboral y social de la región, nos muda a un mundo de sensaciones y aromas que excitan nuestros sentidos y, ella, estalla cuando comparte esa bebida con sus amigos.

 

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