*En la Macroplaza del Malecón del puerto de Veracruz cinco imponentes esculturas que nos llevan a un paseo por el pasado migrante, revolucionario y heroico de esta tierra con vista al mar
Inés Tabal G.
Veracruz, Ver.- Los turistas pasan a su alrededor, los saca monedas del malecón utilizan la sombra que da su figura para resguardarse por unos instantes del sol y él permanece firme, con su maletín en mano como si recién bajara del barco que se encuentra a su espalda.
La boina y el saco es seña de que no es de estos rumbos, donde los hombres andan con el torso desnudo, shorts y chanclas por el insoportable calor que se vive en el puerto de Veracruz. Hace 14 años fue colocado en la Macroplaza del Malecón, donde las olas golpetean su espalda cada que se avecina un frente frío.
La estatua fue donada por Juan José Venta Corrales, un empresario español radicado en la ciudad porteña. La escultura es un recuerdo de todos sus compatriotas que llegaron a México por el puerto de Veracruz en búsqueda de un mejor futuro, o al menos, es lo que dice la descripción de su placa.
El inmigrante forma parte de las cinco esculturas que adornan el sitio y que parecen vigilar a cada persona que pasea por este concurrido lugar turístico cercano al mar. Otro de los emblemas y quizás el más conocido entre las obras de arte que resguardan la zona, es la enorme estatua de Venustiano Carranza.
El monumento al líder revolucionario y presidente de México mide aproximadamente 10 metros de altura, su mirada se fija hacia el horizonte, en su mano izquierda lleva lo que pareciera un libro, mientras que la plaza sobre la que se erige imponente, unos niños juegan sobre el asfalto que despide aún el calor de la tarde.
Junto con el faro que lleva su mismo nombre hacen el conjunto perfecto para una postal que los turistas guardan en sus cámaras y celulares como el recuerdo del día que visitaron el puerto.
Pero el recorrido no termina sobre el monumento a Venustiano Carranza, mientras caminas a lo largo de la plancha de concreto vez a los vendedores ambulantes que se mezclan con los turistas ofreciendo sus artesanías, hacia el Este una torre destaca entre los barcos.
En la parte superior el escudo de México, en medio el de Veracruz y hasta el final el número 1914. El monumento a los Héroes se realizó en conmemoración de las personas que libraron la batalla contra los norteamericanos en 1914.
En medio de esa gran torre el Comodoro Manuel Azueta sostiene su espada, dispuesto a poner en pie de lucha a los cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar para defender al país de los estadounidenses.
Sus costados son protegidos por el teniente José Azueta, que alza su puño y con la otra mano sostiene una ametralladora con la que disparó a todos los invasores que llegaron a profanar su hogar el 21 de abril de 1914.
En el costado izquierdo del comodoro, el joven Virgilio Uribe postra sus rodillas en el suelo y sin dejar caer su arma lleva su mano a la frente en una señal de desesperación, quizás en ese momento vio pasar la muerte, su mirada y rostro se dirigen hacia el cielo.
Ambos militares, José Azueta y Virgilio Uribe, tiene una placa con la leyenda “murió por la patria”. Su recuerdo no solo permanece plasmado en monumentos como el que se encuentra en este lugar, sino en los libros de historia que narran las hazañas que realizaron para defender al país.
Las estatuas que adornan la Macroplaza son recordatorios de la historia del estado y de la mezcla de culturas que aún permanece viva en esta pequeña ciudad rodeada del mar, donde llegaron invasores y años después migrantes en búsqueda de refugio.