El callejón con dos personalidades

*Como si fueran dos hermanos gemelos con diferentes gustos, en el primer cuadro del Centro Histórico de Veracruz se esconde el callejón José Joaquín Herrera, con detalles multicolores, luces amarillas y arte en sus paredes

Inés Tabal G.

Veracruz, Ver. – El papel picado multicolor que cuelga de una cuerda se mueve de un lado a otro con el roce del viento, como pequeños danzantes que realizan su rutina en el cielo.

Entre el piso de concreto del callejón José Joaquín Herrera, se abren paso dos palmeras recién plantadas y lámparas de la época colonial que por las noches ilumina el lugar, nombrado así en honor a uno de los expresidentes de México.

Los libros de historia describen a José Joaquín Herrera como un militar y político liberal moderado que ocupó en tres ocasiones el cargo de presidente de México; personaje decisivo durante la intervención estadounidense en el país acontecida entre 1846 y 1847.

En la actualidad su nombre forma parte de los callejones emblemáticos del puerto de Veracruz y es parte importante en la arquitectura que divide las calles de la extinta ciudad amurallada.

En ese angosto sitio, a diario pasan cientos de jarochos que van a sus trabajos, pasean por el corazón del Centro Histórico o turistas atraídos por el pintoresco estilo con el que fue remodelado.

Esta parte del callejón es, quizás, la que tiene más vida del Centro Histórico, pues siempre se encuentra lleno de personas, quienes esperan turno sentados en las bancas de madera para entrar a desayunar al Café el Alba, el lugar que dio al sitio un aspecto pintoresco y agradable.

En una de las entradas, la de la calle Gutiérrez Zamora, un mural hecho con azulejos forman la caricatura de don Rafael Venta Cabranes, un comerciante español que llegó a la ciudad en los años 1900 y quien fue el responsable de construir el edificio que alberga al diario cientos de comensales.

El sitio fue remodelado por los dueños del restaurante y cuenta con jardineras en los costados de las paredes, por las noches las luces amarillas de los focos brindan un panorama cálido que se refleja entre los amplios ventanales.

Sin embargo, al otro lado, el contraste es diferente, como si fueran dos hermanos gemelos con distintos gustos, los muros de piedra múcara que alguna vez albergaron vida en el fondo del mar, se asoman entre el repello ya desgastado de las paredes.

Esta es otra parte del callejón y luce un poco más descuidada, pero sin perder su encanto, pues los dibujos y grafitis que artistas jarochos colocan en los muros, dan otra vista. La piedra múcara se pierde entre los rostros pintados de mujeres en diferentes colores.

Ambas combinaciones son parte de la historia de un mismo lugar que, aunque luce diferente, guarda el mismo misticismo y atractivo para las personas que pasan y se toman fotos entre sus estampados coloridos y el deterioro de sus muros.

 

 

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