*Los tradicionales esquites, chicharrones, raspados y hasta típicos Tegogolos, conviven sobre el caluroso Malecón de Catemaco, cuna de chamanes y brujos; recorrer el lugar es observar el follaje de los árboles y sentir bocanadas de aire con olor del marisco
Inés Tabal G.
Catemaco, Ver. – Un muelle de concreto y metal se asoma en el horizonte de la Laguna de Catemaco. A lo lejos las personas se pierden entre la vista del paisaje variado que brinda este pequeño punto que compone la extensa Región de Los Tuxtlas.
El follaje de los árboles que crecen alrededor del agua, dan sombra a los visitantes dispuestos a recorrer el Malecón de Catemaco, cuna de chamanes y brujos.
En este punto se reúnen vendedores ambulantes y ofrecen distintos antojos que van desde los tradicionales esquites, chicharrones, raspados hasta los típicos de esta región como los tegogolos, caracoles de agua dulce preparados en pico de gallo. Así como los artesanos que no desaprovechan la oportunidad de convencer a los visitantes a que adquiera uno de sus recuerdos.
En medio de este punto, donde se divide la tierra y el mar, se encuentra un vitral de colores y juntos conforman la imagen de la Virgen del Carmen, patrona del pueblo que también está dividido entre el esoterismo y el cristianismo.
Es aquí donde inicia el recorrido en un camino de concreto y barandales de metal. En esta parte la gente se mezcla entre las parejas que caminan de la mano y se detiene a tomarse una foto, los pescadores anclan sus lanchas y sacan la pesca del día, así como los niños nadan y juegan alrededor de la laguna.
En el camino la extensa vegetación y el cantar de los pájaros brindan una sensación de tranquilidad. En cada bocana de aire se respira el olor del marisco que se desprende de la cocina de los restaurantes aledaños que parecen flotar en medio de este cuerpo de agua de tonalidades verdosas y azules.
Al horizonte, las montañas crean un muro natural que recorre el relieve de este cuerpo de agua y forma una gran área de tierra y selva llena de fauna, como la Isla de los Monos y la de los Pájaros y, como cereza de este pastel natural, está el cielo azul con lunares blancos conformados por las pocas nubes extendidas a lo largo y ancho del paraje.
Al caer la noche la vista y la vegetación se pierden en la penumbra, pero alrededor de este muelle las luces cálidas iluminan el caminar de las personas.