Chimi Nieves, el sabor de Apazapan

*Un bote de plástico que sustituye a un barril de madera, hielo, otro bote de metal y sus manos son las herramientas con las que “Chimi Nieves” comienza la preparación de los refrescantes helados, una tradición de dos décadas

Inés Tabal G.

Apazapan, Ver. – El sonido del hielo que choca contra un contenedor metálico rompe con la paz y tranquilidad de la mañana en el municipio de Apazapan.

Los primeros rayos del sol se reflejan por detrás de un pequeño negocio ubicado casi en la salida de este lugar, es ahí donde proviene el refréscate ruido. El responsable es Maximino Marín Garrido, mejor conocido como “Chimi Nieves”.

Todavía no dan las 7:00 de la mañana y el hombre de tez morena y ojos grandes prepara uno de los sabores de helados que por la tarde refrescará el paladar de niños y grandes en este pequeño lugar.

Un bote de plástico que sustituye a un barril de madera, hielo, otro bote de metal y sus manos son las herramientas con las que comienza su trabajo. Una y otra vez gira estos recipientes para que poco a poco el helado tome una consistencia más cremosa.

Son 45 minutos que invierte en preparar cada uno de los sabores, hay veces que por la práctica y la premura se tarda 25, pero siempre con la calidad que sus clientes se merecen, asegura.

“Haciendo helados tengo 22 años. Todavía es helado artesanal, tratamos de utilizar un poco de lo moderno para irnos modernizando. Porque cuando yo inicié era una técnica muy sencilla de hacer las nieves, lo artesanal. Ahorita poco a poco nos vamos modernizando en cuestión de ponerle más materiales al helado para que salga de mejor calidad”, cuenta.

Las más de dos décadas le han permitido aprender todo sobre el proceso de la preparación de este manjar y con el paso de los años ha ido mejorando sus sabores e incorporando otros, como las paletas de crema y de agua.

Son 55 sabores lo que prepara como los tradicionales de fresa, coco, mamey, cacahuate, las paletas de galleta, de gancitos, mordiscos por mencionar algunos.

El destino y la casualidad se combinaron para que aprendiera el oficio, cuenta que en una ocasión un vendedor ambulante de helados llegó hasta este municipio pidiendo un lugar para guardar sus herramientas, ese espacio le fue concedido en la casa de Maximino. Con el paso del tiempo ambos hombres forjaron una amistad y una cosa llevó a la otra.

“A mí no me pasaba por mi cabeza empezar a hacer helados. Yo me dedicaba a hacer otras cosas, pero como me gusta ser amiguero, llega aquí un muchacho y yo tenía un espacio para guardar sus cosas y él era vendedor ambulante y así empezó. Un día me dijo que, si no me gustaría hacer nieves y siempre le decía que sí, pero nunca cuando, hasta que un día me dejó su material y así comencé”.

El hombre de 55 años de edad dejó su profesión como auxiliar administrativo para brindar todo su tiempo en preparar el helado y así alegrar el corazón de cientos de niños y personas que lo esperan en los parques, plazas públicas o que lo van a buscar a su negocio para deleitarse con sus 55 sabores.

“Esto a mí me hace feliz porque tengo contacto con muchas niñas y niños, señores, señora, con todo tipo de personas y eso es lo que a mí me hace feliz”.

 

 

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