*Ganadora de Premio Goncourt de 2006 y el Gran premio de novela de la Academia Francesa, Las benévolas es la historia de un miembro de la SS del nazismo alemán. ¿Pero cómo narrar los espantos de la guerra siendo un miembro de la SS?
Rodolfo Mendoza
Existen obras de las que sólo cabe decir una palabra: portentosa. Después de eso, el reseñista sólo debería urgir al lector a leer el libro.
Jonathan Littell es un joven escritor francés nacido en Nueva York en 1967. Ha vivido entre Barcelona y Francia, después de tener una vida dedicada a una ONG que ayudaba a los países en guerra proporcionando alimentos. Así, Littell pudo vivir de cerca los horrores de la guerra, material de invaluable valor para la escritura de esta novela excepcional. Littell pasó grandes temporadas en Chechenia, Afganistán y el Congo, hasta que decidió dedicarse de lleno a la literatura.
Ganadora de Premio Goncourt de 2006 y el Gran premio de novela de la Academia Francesa, Las benévolas es la historia de un miembro de la SS del nazismo alemán. ¿Pero cómo narrar los espantos de la guerra siendo un miembro de la SS? Precisamente formando parte de la naturaleza del mal. Mucho se ha escrito sobre el mal y, sobre todo en el siglo pasado, acerca del terror que infringieron los nazis en la cultura contemporánea. Podríamos citar a Primo Levi, y ponerlo en una de las cumbres de la literatura que trata este tema con libros como Si esto es un hombre. Pero también tendríamos que citar a Jorge Semprúm (español que durante mucho tiempo escribió en francés), quien, con La literatura o la vida, nos puso frente a la cara los horrores de los campos de concentración. Semprúm, virajes que da la vida, fue uno de los jurados que premió esta novela de Littell, diciendo que gracias a ella las generaciones posteriores podrán comprender mejor la segunda gran guerra.
Max Aue es el personaje central de la novela: oficial de la SS, culto, brillante y, al mismo tiempo, testigo de las peores crueldades que el hombre ha podido imaginar. Aue es la encarnación del mal, pero también del ser humano, pues la premisa de Littell parece ser una pregunta: ¿qué convierte a un ser humano en un asesino, en un juez y verdugo?
Es casi obvio que una novela de esta envergadura sólo podía ser escrita por un judío. A pesar de que los padres de Littell no vivieron en carne propia el exterminio judío, es, naturalmente, una historia que escuchó desde niño y que le obsesionó toda la vida. Tal vez no fue gratuito que decidiera vivir la experiencia de la guerra en diferentes países para poder utilizar esa crueldad como materia prima de Las benévolas. Tal vez no es gratuito que pasara de crear personajes llenos de dolor (como casi todos los personajes ya prototípicos de la masacre judía) a crear otros llenos de furia, remordimientos y brutalidad.
No cabe duda, estamos ante una novela portentosa que, con sus 991 páginas, tiene al lector con la lámpara prendida hasta el amanecer, ese mismo que ya nunca volvieron a ver millones de judíos.