Por Roberto Poblete y Arely León
La equis de Xalapa fue la coordenada que el escritor Ricardo Chávez Castañeda siguió este 17 y 18 de junio. La situó en el mapa, pero no con la voluntad de un todopoderoso y sí con la complicidad de una aliada, la gestora cultural Arely León, en coordinación con quienes secundaron a una réplica del llamado. Chávez Castañeda, cuenta con más de 60 libros publicados en México, España, Argentina, Cuba, Ecuador, Colombia y tiene traducciones al eslovaco, coreano e italiano, además ha sido galardonado tanto nacional e internacionalmente. En México su obra ha sido distinguida con los premios nacionales más importantes “San Luis Potosí” de cuento, “José Rubén Romero” de novela, “Ciudad de la Paz” de novela, “Latinoamericano Edmundo Valadés” de cuento, “Juan de la Cabada” de literatura infantil, los “FILIJ” de cuento infantil y de novela juvenil, y los “Sor Juana Inés de la Cruz” de cuento y novela). El escritor, se presentó a dar un taller de escritura, aunque pronto —dentro de los primeros minutos— devino en algo más. Fueron seis horas divididas en dos días y una experiencia.
«Contar y contarnos desde nuestras historias» fue el nombre del taller de escritura creativa. Se basó en usar como materia prima la biografía personal para explorar el sótano del alma. Lo que pudo haber durado semanas o meses de preparación, Chávez Castañeda lo consiguió con pericia dentro del primer cuarto de hora, justo después de pronunciar «mucho gusto». La primera actividad disolvió cualquier esperanza de una presentación formal, que precisa del escudo de las credenciales, currículums, experiencias, etcétera; en cambio, provocó una presentación entre los participantes a través de la narración y en la que la sensibilidad de inmediato decantó en vínculos.
Era claro y obvio que se iba a escribir: lo que no era obvio es que todos iban a hacerlo. Se esperaba —por experiencia y no por mera suposición— que sólo pocos traducirían en palabras el dolor que tanto edifica como destruye. Durante la primera sesión era claro que el artista se esforzó en compartir la mayor cantidad de información posible. Minuto a minuto iba emergiendo de la superficie de las palabras, una teoría personal de la biografía y su relación con el arte de escribir libremente, de manera que el proceso de escribir no sólo contempló la creación, sino también el autoconocimiento.
El taller integró un sistema de provocaciones, muy estudiadas, que no sólo pusieron en contacto con sombras largamente evadidas, sino con esa energía en las manos que comanda escribir una palabra tras otra hasta la saciedad y en el que las metáforas se hicieron presentes.
El escenario en el que transcurrió el taller, no pudo ser mejor. El taller se desarrolló dentro de la sección de literatura infantil de la Rueca de Gandhi, sobre Xalapeños Ilustres, la mesa de trabajo, evocó a la mesa redonda alrededor de la cual el rey y sus caballeros se sentaban para discutir asuntos cruciales para la seguridad del reino. Así, Eligio Ramírez, estuvo codo a codo con quienes participaron del taller. Las portadas de títulos infantiles contemplaron en silencio a los participantes mientras hablaban del arte literario como magia, alquimia, biografía viva, palabras, sintaxis, colores, etcétera. En algunos momentos fueron vistos como corro de hechiceros o conspiradores por quienes acudían a la sala de la librería como buscadores de historias.
Aunque el oficio de escritor puede tener un aspecto sumamente técnico, árido a veces, este taller usó como materiales las propias rabias, miedos e inseguridades. Mismos que no fueron transformados en el oro de los alquimistas, sino en experiencia sincera, dolorosa y —sobre todo— auténtica. El latir de este organismo fue Chávez Castañeda, gracias a su palpable experiencia; sin embargo, y a pesar de que su energía estuviera presente, el taller no habría funcionado sin la tinta de las plumas y la voluntad de los asistentes que se animaron a transformar y transformarse a través de la palabra escrita.
Se espera para noviembre, que el escritor nuevamente marque en su mapa una próxima visita a Xalapa.