Aníbal Santiago
No esperes cosas raras. Estos extraterrestres son clásicos y no por eso merecen tu desdén (ni se te ocurra decir “no manches, los extraterrestres de siempre)”: flaquísimos, lampiños, ojos almendrados, genitales ausentes (se reproducen telepáticamente; pobres, lo que se pierden) y, desde luego, una gran cabeza ovalada llena de sabiduría con la que este 2024 tomaron una decisión insólita: en vez de llegar con sus platillos voladores al dorado Desierto de Sonora, al exuberante bosque de Mazamitla o a las playas sensuales de Sayulita, aterrizaron en la colonia Narvarte.
Y ni siquiera eligieron el Parque de las Américas, delicioso para jugar a la pelota, echarse un coyotito en una banca o besarse en el pasto. No, sus naves intergalácticas eligieron una triste jardinera de una esquina cualquiera que a lo sumo mide 4mts2, donde lo único bueno eran tres árboles melancólicos que, seguro, tenían de acompañantes a bolsas de Sabritas, envases de chescos y colillas de cigarros.
Pero hoy todo es distinto. Si donde convergen Doctor Barragán y La Quebrada los máximos atractivos turísticos eran Las Deliciosas Gorditas de Barragán, la Plomería Hermanos García y el Centro de Planchado Princess, hoy la realidad es magnéticamente alienígena.
Aquí una descripción breve de la esquina: desde hace semanas la pueblan extraterrestres verdes, morados y azules de manos escuálidas, enigmáticas miradas sin pupilas y bocas minúsculas (no necesitan más, comen minerales). A sus pies, sobre la polvosa tierrita, a la tradicional basura chilanga la sustituyeron adorables seres miniatura: los siete enanitos de Blanca Nieves, afuera de su cálida casa de madera con tejado de dos aguas, cotorrean a todo dar aunque ella no quiso venir. Y por ahí, a la altura de nuestros pies, también deambulan unos elfos montados en piedras y varias conejas sonrientes se trepan a una fuente de agua saltarina que en un cartelito te propone arrojar un pesito (“Pide un deseo”) y a la vez te hace un ruego (“no te robes las monedas”).
Y ustedes dirán, ¿qué diantres tienen que ver enanitos, conejos y elfos con extraterrestres? Sepa, pero tod@s conviven en paz en esta jardinera del sur de la capital de México y eso es muy respetable. Además, en la vida uno se junta con quien quiere.
Esperen, no es todo, viene lo mejor: al alzar la mirada detectaremos un ovni que flota amarrado a un arce con unos lazos y que atrae una vaca. ¿Por? El plomero Rogelio García, master de Plomería Hermanos García y experto en vida extraterrestre (aguas, Maussan), desde su local nos instruye con mucho aplomo: “Siempre los ovnis se llevan a las vacas”. O sea, este platillo volador está haciendo algo terrible: abduce a una vaca para depositarla en su planeta de la constelación Horologium, a 700 millones de años luz de la Tierra. ¿Por qué a los aliens les fascina secuestrar a nuestro ganado? No hay pruebas científicas pero suponemos que les encanta la leche bronca.
Y como no queríamos quedarnos con dudas, indagamos si algún terrícola colaboró con los alienígenas para que esta colorida esquina fuera lo que es. Y resulta que sí, Juan Carlos Ruiz, mecánico de bicicletas y dueño del taller vecino Studio JC Bike Repair, ayudó a los aliens a aterrizar y volvió a este pedazo de tierra abandonada un jardín polinizador, es decir, un área que filtra el agua al subsuelo, produce oxígeno, alberga plantas y flores, y a los polinizadores de la Narvarte les ofrece agua: abejas, avispas, hormigas, mariposas, colibríes. Además, colocó dos banquitas para que los vecin@s y los pequeños alumnos del Instituto Víctor Hugo tomaran el fresco junto a sus hermanos venidos desde el espacio exterior.
Juan Carlos nos dio una exclusiva (muy breve):
-¿Cómo se te ocurrió hacer esto?
-La jardinera era un basurero, quería dejarlo muy bonito.
-¿Y qué piensas de la vida extraterrestre?
– Sí existe.
Interesante apunte.
En la jardinera, un cartel amarillo advierte, “¡Terrícola!, venimos en son de paz, por favor respétanos”. Así que si pasas por la jardinera de Doctor Barragán y La Quebrada siéntate en una banca, comparte el rato con los alienígenas y ni se te ocurra poncharlos y sacarles al aire terrícola que les da vida.