*Hay que darle también su mérito a Miguel Sáenz, traductor de Llámalo sueño, pues respeta y logra calcar al español los vocablos dichos a medias y los tonos de las diferentes nacionalidades de migrantes
Rodolfo Mendoza
A pesar de que Llámalo sueño de Henry Roth se publicó por primera vez en 1934, no fue sino hasta treinta años después que cobró la importancia que merecía. Con un millón de copias vendidas, en 1964, Llámalo sueño se convirtió en una de las más famosas novelas de la literatura norteamericana de entonces. A los ochenta y tantos años, Henry Roth, apartado de toda actividad literaria, empezó a escribir el resto de su obra: Una estrella brilla sobre Mount Morris Park, Un trampolín de piedra sobre el Hudson, Redención y Réquiem por Harlem.
La reedición en español, hace unos años, de Llámalo sueño debería ser un acontecimiento celebratorio para el lector hispano, pues desde hacía décadas no se volvía a editar en nuestra lengua. El volumen que tengo en las manos pertenece a la colección Clásicos Modernos de Alfaguara que cuenta entre sus títulos puras joyas: Jacques el Fatalista de Denis Diderot, Victoria de Joseph Conrad y Vida de Henry Brulard de Stendhal.
Llámalo sueño de Henry Roth narra la vida de David, un niño judío que llega a la ciudad de Nueva York con su madre, ambos son recibidos por un padre amargado, emigrante rencoroso que no termina de entender la vida en “el nuevo mundo”.
Narrada en tercera persona, esta es una novela de la calle, si se me permite la expresión. Henry Roth es un escritor que calca letra a letra y sonido a sonido el habla de los barrios pobres y de inmigrantes de aquel famoso Nueva York de los años veinte. Un Nueva York que creció con la llegada de judíos, rusos, latinos, asiáticos, africanos; un Nueva York que nació de la multiculturalidad, que estableció sus propios códigos, y que dio a los Estados Unidos esa personalidad que, más tarde, se vería reflejada en otras grandes urbes del territorio norteamericano y también, por supuesto, en muchas otras grandes obras literarias.
Decía que esta es una novela de la calle, no sólo porque transcurre en ella, no sólo porque el niño-joven protagonista deviene su vida en ella, ni porque la novela esté casi en su totalidad centrada en las calles de Nueva York; es una novela de la calle porque la calle, más que la ciudad en su conjunto, es una protagonista de Llámalo sueño. La calle con sus farolas, sus postes de energía eléctrica (existe una escena casi cinematográfica en la que David corre sin parar huyendo de sus propios temores y, además del alma del niño, vemos cómo uno a uno van pasando esos faroles de la Nueva York de los veinte), sus policías, sus charcos, y sus banquetas, esa calle que delimita y acaso provoca las acciones de los personajes.
Decía, también, que Henry Roth es un maestro del calco del habla. Y aquí hay que darle también su mérito a Miguel Sáenz, traductor de Llámalo sueño, pues respeta y logra calcar al español los vocablos dichos a medias y los tonos de las diferentes nacionalidades de migrantes.
Llámalo sueño de Henry Roth ya no es una deuda que teníamos como lectores.